domingo, 2 de octubre de 2016

Milagro conocido


Poesía de María Susana Ratero
Hoy me postro en tu Presencia
en este recinto sagrado
donde me esperas,  sin tiempo,
Oh Jesús Sacramentado.

Jamás queda igual mi alma
después de haberte adorado,
siempre se lleva una gracia
como  lirio perfumado.

Y aunque mi alma no lo sepa,
aunque tarde en notarlo,
lleva tu abrazo prendido
cuan delicado humo blanco.

Y en tan prodigioso silencio,
en tal derroche de gracia,
hoy, te adoro extasiada
hoy, pero …¿y mañana?

Son escasas mis visitas
y tan cortas y apuradas,
que casi ni me doy tiempo
para escuchar que me amas.

¿Es que debes sangrar de nuevo
para asombrar mi alma?
¿Es que no me basta tu Sangre
oculta, silenciosa y blanca?
        
¿Qué pasa cuando no sangras,
cuando no asombras mi alma?
¿Qué pasa si eres silencio,
esperando mi mirada?

¿No te desangras, acaso,
en tanta espera ignorada?
¿No te lastima mi ausencia
como el filo de la espada?

Te agradezco los milagros
que me has regalado,
Lanciano y tantos otros,
que me han asombrado.

Más, necesito la gracia
de no esperar más milagro,
que mi Dios escondido
Prisionero del Sagrario.

Y ante la soledad que callas,
tan grande como el milagro,
no ansíe yo mas portento
que tu amor Sacramentado.

Y pueda  ver que el milagro,
repetido y cercano,
no por ser conocido
deja de ser milagro.

susanaratero@gmail.com

viernes, 10 de junio de 2016

¡Oh Jesús Sacramentado, oh mi Amor olvidado!...


En tu gloriosa Ascensión

tu promesa me has dejado:
Que estarías conmigo
hasta el tiempo  consumado.

Y por mi amor te has quedado
esperando en el Sagrario,
inmenso mar de soledad
que, por mí, has navegado.

Tan desolada espera
que te he regalado,
tanta suma de olvidos,
no caben en un Sagrario.

No hay quejas ni reproches
en tu silencio sagrado,
sólo tu inmenso Amor
por el mío esperando.

¡Oh, Jesús Sacramentado,
oh, mi Amor olvidado!,
¿Cómo he podido dejarte,
tanto tiempo abandonado?

Por cosas que ni recuerdo
no te he visitado,
ni siquiera en pensamiento
ante Ti me he postrado.

Triste escala de valores:
lo terrenal antes que lo sagrado,
eligiendo caminos
que llevan a ningún lado.


Hoy te pido una gracia
¡Oh, mi Amor Sacramentado!,
desde el Corazón de tu Madre
que jamás te ha olvidado.

Pues, de todos los Sagrarios,
fue el primero, el más amado,
virgen Corazón de Madre,
arrullo, caricia y canto.

Con la fidelidad de Ella,
¡Oh, Señor de los altares!,
de rodillas yo te adore
la vida que me restare.

Y entender, al menos algo,
de este Amor enclaustrado,
entre pequeñas paredes
que no pueden encerrarlo.

Y entendiendo te conozca
y conociéndote, ¡Oh Amado!,
quede extasiada mi alma
sólo con saberte cercano.

Que la prisa no me tiente,
ni me engañe lo mundano:
Eres el mismo Cristo
que caminó hasta el Calvario.

Por eso, ante tu Presencia,
el mundo se queda a un lado,
y rendida ante tus plantas
disfruto tu Amor, Amado.

                             Autora: María Susana Ratero
                            susanaratero@gmail.com
                            susanaratero@yahoo.com.ar

lunes, 2 de mayo de 2016

Metro a metro, por un alma

Poesía en homenaje 
al Pbro. José Gabriel del Rosario Brochero, 
argentino y cordobés,
que será canonizado el 16 de octubre de 2016, en Roma.
Hace más de cien años
llegaste a esta tierra serrana
José Gabriel del Rosario
“Señor Brochero”, que te llamaban.
Las altas y frías cumbres
no te amedrentaban,
fuego en tu alma era el celo
por la salvación de otras almas.
El paisaje, agreste y duro,
silencioso contemplaba
tu tranco lento, Brochero
en tu mula “Malacara”.
Altas cumbres escarpadas,
Brochero, las que cruzabas,
despacito, metro a metro
y tan sólo por un alma.
Eran altas las cumbres,
pero no más que las del alma,
y ahí subías Brochero
y esa fue tu gran hazaña.
Esas cumbres escondidas
ésas, que anhelabas,
no eran de piedra y yuyo,
eran las cumbres de un alma.
Y a tan alto destino
“Malacara” no llegaba
a otra cosa debías treparte,
cura  gaucho, para alcanzarlas.
Y el rosario fue tu mapa
y tu abrigo la Palabra,
así subías, Brochero,
y no te desanimabas.

Despacito, metro a metro
así llegaste a las almas,
qué difíciles esas cumbres
cuando estaban cerradas.
En la dura travesía
La Purísima te acompañaba,
pues  sabías, Brochero,
que no hay cumbre escarpada,
ni tormenta ni nevada,
que le impidan a María
besar las cumbres de un alma.
Al  llegar a esa cumbre,
que era un alma que esperaba
la redención del Señor,
tantas veces anhelada,
plantaste en ellas banderas
de conversión y esperanza.
Y por esas cumbres trepadas
vos llegaste a la más alta,
a ésa que desde antaño
el mismo Dios te preparara.
Y hoy eres santo, Brochero,
y desde esa cumbre tan alta
eres mapa y camino
en la santidad de otras almas.
Te pido la gracia, Brochero
de no perder la confianza
sabiendo que metro a metro
se sube despacio al alma.
Y en ésta que me fue dada,
allá en la cumbre de mi alma,
sea yo también camino
de conversión y esperanza.

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com

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