sábado, 29 de diciembre de 2018
Danza, devoción y camino
(Poesía en homenaje a los "chinos danzantes" de la Virgen de Andacollo)
Barreal tiene un secreto
que me acaba de asombrar,
¡oh Virgen de Andacollo!
¿Me lo puedes explicar?
¿Ves, hija, a esos "chinos" (1)
que me vienen a saludar?
Sin temores ni reparos
se acercan hasta el altar.
Con sus ropas me muestran
que me vienen a honrar,
todos iguales y distintos
como un hijo con su mamá.
Al escuchar que me dicen
que me han de acompañar
que serán mis custodios
hasta que vuelva al altar,
salta de gozo mi alma
y hasta me hacen olvidar
cuántas veces cada día
yo camino en soledad.
Su música sencilla
quizás el mundo no entienda
más, te aseguro, hija mía
que son notas eternas.
Voy saliendo en procesión
los "chinos" danzan para mí,
no hay alfombra mejor
que poderlos oír.
La fatiga los hostiga
para que dejen de bailar
y el diablo está furioso
pues no los puede parar.
Cuando los veo cansados
y aún bailan igual,
beso el alma de cada uno
y mi Hijo les da Su Paz.
Ya es tiempo de regreso
ya me escoltan al altar
y, en delicada ceremonia,
me empiezan a saludar.
Pero aún falta una joya
que engarce este collar
de danza amor y respeto
que me quieren regalar.
¿Viste tú a mis hijos
de rodillas entrar?
¡Hija si hubieses visto
a los ángeles cantar!
Muy pocos los veían
de rodillas avanzar
y los ángeles me traían
lo que venían a buscar.
¡Cómo no oírlos hija!
Si me hicieron recordar
los pastores que los ángeles
me trajeron en Navidad
Ya se despiden, hija,
ya se van...
con mi mano les saludo,
pero hay algo más...
Sin que ellos lo noten
los iré a acompañar,
cada día de sus vidas
hasta que vuelvan a bailar.
Aprende, hija, aprende
lo que te quiero enseñar
aprende de lo que has visto
para tu santidad.
Ellos se engalanaron
para venirme a acompañar
¿Cómo engalanas tu alma
cuando vas a comulgar?
Ellos danzan entre la gente
sin importar nada más,
nadie se interpone
entre mi amor y su danzar.
Ay hija! Si te he visto
en tu diario caminar
enredada en mil excusas
para venirme a visitar.
Dame la gracia, María
de seguirte en mi andar,
danzando danzas eternas
camino a la eternidad.
Autora: MaríaSusana Ratero
susanaratero@gmail.com
(1) Los "chinos" danzantes son las personas que interpretan una antigua danza chilena en honor a la Santísima Virgen.
lunes, 24 de septiembre de 2018
Esperando en el Sagrario
Por qué lloras, alma mía,
pequeños sueños de barro,
si tienes sueños eternos
esperando en el Sagrario.
Por qué sufres, alma mía,
por tus pies cansados,
si hay alivios eternos
esperando en el Sagrario.
Por qué buscas, alma mía,
destinos tan desolados,
si la eternidad está
esperando en el Sagrario
Por qué ansías, alma mía,
calmar tu sed en un charco,
si hay manantiales de agua viva
esperando en el Sagrario.
Pide la gracia, alma mía,
de amar siempre al Amado,
que por tu amor se ha quedado
esperando en el Sagrario.
Y llegarás hasta el Cielo
aun con tus pies de barro,
pues tus alas están
esperando en el Sagrario.
pequeños sueños de barro,
si tienes sueños eternos
esperando en el Sagrario.
Por qué sufres, alma mía,
por tus pies cansados,
si hay alivios eternos
esperando en el Sagrario.
Por qué buscas, alma mía,
destinos tan desolados,
si la eternidad está
esperando en el Sagrario
Por qué ansías, alma mía,
calmar tu sed en un charco,
si hay manantiales de agua viva
esperando en el Sagrario.
Pide la gracia, alma mía,
de amar siempre al Amado,
que por tu amor se ha quedado
esperando en el Sagrario.
Y llegarás hasta el Cielo
aun con tus pies de barro,
pues tus alas están
esperando en el Sagrario.
Autora: María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
domingo, 18 de marzo de 2018
Con María, en la decimosexta estación de la Pasión
Asistir
a Misa es, para mi corazón, como asomarme un ratito al Cielo… Todo lo terrenal y temporal se queda a la espera
en la puerta del Templo… Nada es más
importante, nada puede serlo….
Esto no significa que se sumerja mi corazón
en una amnesia estéril y egoísta. Llevo al altar “los gozos y las fatigas de
cada día”, pongo, en la colecta, no sólo la limosna, sino también todo lo que
soy, lo que tengo y a todos los que amo… Aquellos que se han encomendado a mis
oraciones, están en mi súplicas y no ceso de pedir, para mí y para tantos, “las
gracias que necesitamos y las virtudes que nos faltan” al decir de la Beata Madre Tránsito
Cabanillas…
Ese dejar afuera lo terrenal, es pedir la gracia
de concentrar toda mi atención en cada instante de la Santa Misa. No distraerme
con detalles externos, ni conversar con la señora que se sienta junto a mí en
el banco, como si estuviera esperando que inicie la película en el cine.
Jesús
está allí, en el Sagrario, todo lo demás puede esperar, todo lo demás debe
esperar…
No siempre tengo la gracia de tal
disposición de ánimo. Pero más que tenerla, lo importante es desearla. Porque
las gracias se dan a quien las pide.
Y hoy te pido esa gracia, María Santísima…mientras
contemplo el Sagrario, que está en un
mar de silencio. Jesús es silencio bajo la apariencia de pan. Es el mismo Jesús
que acunabas en Belén… el mismo…. el mismo. El mismo cuya Pasión meditaremos
esta noche en la Parroquia, recorriendo, con el corazón, las catorce estaciones
del Via Crucis…
Catorce estaciones. Y una decimoquinta a la
que llegaremos el Domingo de Pascua.
Y mientras estas palabras van naciendo en mi
corazón, me quedo mirando fijamente el Sagrario, que es promesa de amor
cumplida: “Estaré con ustedes, todos los días, hasta el último día”
- Piensa,
hija mía, medita serenamente cuánto dolor le cuesta a Jesus el cumplimiento de
esta promesa. Pero aun desde el dolor, Él no se retracta.- y tu voz
conocida, María, me pone un espejo frente al alma… para que me vea.
-
¿Dolor, Madrecita? ¿Qué le duele a Jesus en el Sagrario?
Me miras con ternura, aunque tus ojos están
tristes por lo que vas a responderme…
- El
dolor de Jesús Sacramentado es…. tu olvido.
Mi alma se sumerge en un silencio tan
profundo como ese mar de silencio del Sagrario. Y no tengo respuestas. Ni una
sola… no hay palabras, ni motivos, ni siquiera excusas mal armadas que me
sirvan frente a ti, Madrecita, después de tus palabras… Mi olvido. Mi olvido
que no es sólo una carencia de visitas. Mi olvido que es indiferencia cuando
entro al Templo y, en lugar de un discreto saludo a quienes conozco, me explayo
en palabras que sobran…
Te miro, sin poderte explicar lo
inexplicable.
Y pienso que quizás al Via Crucis le falta
agregar la decimosexta estación: La soledad de Jesús Sacramentado. Y cuánto duele saber que esta estación nace de
tantos olvidos que le hago llegar cada día, puntualmente…
- Esta
estación, hija mía, la vives en cada uno de tus días. No es meditar hechos antiguos, sino una suma de distancias
que tu corazón va trazando… tramo a tramo…día tras día. Pero lo maravilloso de
la Misericordia de Dios, es que este tramo puedes desandarlo, cortarlo, hacerlo
pequeño y finalmente, si pides la gracia, borrarlo…
-
Eso sí que sería bueno, Madrecita!!! Enséñame el modo en que pueda aprender a
restar distancias, acortar caminos, aliviar su soledad, para que esta
“decimosexta estación” no sea de dolor, sino de gozo para mi Señor…
- No
le olvides, hija, no le olvides. Que El sea el centro de tu amor y de tus
pensamientos cuando entres al Templo. No permitas que ninguna mundana
preocupación te arrebate este gozo perfecto de tu alma. Este tiempo es para
adorarle, para amarle, para darle gracias y también para presentarle tu corazón
con todas tus peticiones. Aún cuando pases por la vereda del Templo, apurada en
tus quehaceres, dedícale una mirada, un gesto… ¡Hija mía, no pases como si
nada!!! Como quien pasa ante un lugar común e indiferente. Ese pequeño gesto
que tu amor le regala a Jesús Sacramentado, aún desde la distancia, no es en
vano, sino que es, para Él, alegría y consuelo.. Y Jesús paga generosamente
cada gesto de amor, con gracias para tu alma…Y si por alguna razón no pudieses
cada día visitarle, sí puedes tomarte un momento de tu día y acercarte con tu
corazón. Aun cuando la enfermedad te retenga en tu lecho, sabe que ninguna
enfermedad puede retener tu alma, hija mía y tu alma tiene las alas que le da
tu voluntad para postrarse ante cualquier Sagrario de este mundo…
De a poco voy notando que el mar de
silencio del Sagrario, tiene perfumes de eternidad, delicados aromas que, como
perfecto bálsamo, van restaurando las heridas del alma…
Si no me suelto de tu mano, María, es
decir, si no se aleja de mis labios ni de mi corazón el Avemaría, sé que las
alas de mi alma se desplegarán cada día hacia el Sagrario, desandando
distancias, aliviando soledades, la de Jesús y, sobre todo, la mía…..
Y como eco final de este momento, resuenan
en mi alma algunas palabras de los Santos, acerca de la Eucaristía:
“Tened por cierto que el tiempo que empleéis
con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien
os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la
eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en
la presencia de Jesús Sacramentado, que en todos los demás ejercicios
espirituales del día” (San Alfonso María de Ligorio)
“Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que
acompaña al alma cuando va a Misa” (San Juan María Vianney)
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
Nota de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
viernes, 26 de enero de 2018
María Santísima, el Beato Cura Brochero y unas cumbres muy altas…
(Este relato lo escribí mucho antes del
anuncio de la Canonización del Cura Brochero)
Por gracia de Dios estoy transitando el
camino de las Altas Cumbres, en Córdoba, Argentina, rumbo al lugar donde
ejerció su ministerio el Beato José Gabriel del Rosario Brochero… el “cura Brochero” para los
lugareños…
Voy en auto, y los kilómetros pasan rápido.
Mi alma, extasiada ante la belleza del paisaje, quiere irse a los días en que
el viejo cura recorría estas montañas, metro a metro, a lomo de mula, sólo por
un alma…
De pronto se divisan, en un camino angosto
que serpentea los cerros, un par de vaqueanos del lugar, a caballo.
Y te pido me asistas, querida Madre para
sacar fruto espiritual de este viaje, para no quedarme ni en el relato
histórico ni en la letanía de pedidos, suplicando la intercesión del Beato, de
la cual no dudo, pero sé que hay más, mucho más.
- Piensa,
hija- y te vienes a mi alma, como eco seguro de mis Avemarías- Tan altas y escarpadas cumbres, tan agrestes
paisajes, tan inaccesibles parajes… todo fue traspasado, arrasado, inundado y
vencido por un sólo hombre.
- Un solo hombre- repito y miro los
vaqueanos avanzar a paso lento, mientras a la tecnología del auto se le hace
incomprensible el lento tranco de una mula.
- Sí,
un solo hombre, que no es lo mismo que un hombre solo- me recalcas, para
que entienda la diferencia, mientras vienen al alma las imágenes conocidas del
Beato Cura, subiendo las cuestas con la cruz en alto en su mano derecha y el
rosario en la otra- Un sólo hombre pero
armado como un ejército… un hombre cuyo medio de transporte era una mula.
Aprende, hija, aprende….
- Madre… perdóname, pero no veo aquí la
enseñanza que quieres darme, porque es seguro que tú ves infinitamente más
claro que yo.
- Lleva
esta escena a tu propia vida- me propones…. Y te quedas en silencio,
esperando…. Esperándome...
El tiempo ha pasado, he llegado a mi
destino. He descansado y estoy en Misa. Acabo de recibir la Eucaristía en la
Iglesia Nuestra Señora del Tránsito, de Villa Cura Brochero.
Me arrodillo a disfrutar en el alma este
momento. Justo frente a mí hay una estatua del cura serrano… Cierro los ojos en oración y me sigues
repitiendo, María: "aprende, hija, aprende"…
De rodillas y con los ojos cerrados, me
llevas, María, a ese paisaje agreste y desolado y, frente a un pequeño hilo de
agua, veo que avanza el viejo cura, sobre su mula…
Y mi alma se asombra, pero tú buscas que yo
aprenda, no que me quede en el asombro.
De pronto, el viejo cura toma las riendas de
su animal y gira hacia mí… avanza, y su rostro se va haciendo cada vez más
nítido.
- ¿Qué es esto, María? ¿Qué me quiere decir
el cura Brochero?
- Pregúntale,
hija, pregúntale a quien dedicó toda su vida a la predicación evangélica, al
celo por la salvación de las almas.
El viejo cura queda cerca de mí y me invita
a subirme a su mula, mientras me dice:
- Ha llegado el tiempo en que debes
enfrentarte a una muralla en tu alma. Altas barreras que debes pasar en tu
camino a la santidad. Veo que te parecen imposibles de cruzar con sólo verlas.
No dejes que te asuste ni su altura ni lo escarpado de sus caminos. Ven
conmigo, déjate guiar, yo las he cruzado. Yo las he vencido. He llevado a Jesús
a través de ellas y las he atravesado tantas veces… ven hija, sube conmigo, es
larga la travesía, difícil el camino, pero con María como estrella que nos guía,
llegaremos… llegaremos… ven… sube…
Y dentro de mi alma puedo ver cumbres más
altas que éstas que rodean la parroquia. Cumbres que jamás pensé que iba a
poder cruzar.
Y la dulce voz de María resuena nuevamente
en mi alma:
- ¿Comprendes ahora, hija? Si te he traído a este lugar no es sólo para
que veas a mi amado hijo, Jose Gabriel, como un personaje histórico, valiente y
decidido, sí, pero lejano en tus días… No es para que vengas sólo a pedir su
intercesión, lo cual es muy bueno, pero no suficiente para ayudarte a caminar
en santidad. Te acerqué a mi hijo José Gabriel para que aprendas de él, de su
perseverancia, de su fe, de su amor, de su entrega…. Para que aprendas que la
oración será como tu mula, en las montañas del alma, para que, montada en ella,
no te sea tan fatigoso el andar. Verás que, como al viejo cura, el sol de la
fatiga muchas veces te resultara agotador y anhelarás la sombra… sombras que
serán, en tu alma, los consuelos que te irá mandando el Señor para renovar tus
fuerzas. Como a Brochero, el viento fuerte, frío e impiadoso se presentará ante
ti desafiante y amenazador, pero aprenderás de él a buscar reparos, a llevar
abrigos, a buscar un fuego donde calentarte… reparos y abrigos que hallarás en
cada rosario. Él recorrió larguísimas distancias, sólo por un alma…
Sigo de rodillas. Envuelta aún en los
deliciosos perfumes de la Eucaristía. No quisiera que este momento acabase.
Cuánta razón tienes, María. Y que simple y hermosa manera de enseñarme, dulce Maestra
del alma.
Las cumbres de mi alma siguen allí. Los vientos aún soplan, amenazantes y
fríos. Pero algo ha cambiado. La profunda certeza de que no estoy sola. María
me ha procurado un guía de lujo. Un guía sencillo y de palabras simples, que
llegan a mi corazón, como suave brisa de esperanza.
Las cumbres del alma, las escarpadas y las
bellas, las difíciles y las inundadas de paz. A ambas me enseñará a llegar el
Beato Brochero. Porque ambas son parte del camino a la santidad. Salgo de la
Parroquia… llueve. Y mi alma no puede resistir a mirar ese cielo y esas gotas
que bailan su antigua danza sobre la plaza frente a la Parroquia…
- Es la
misma lluvia, es el mismo cielo, son los mismos aires que respiró Brochero… La
misma lluvia, el mismo cielo… no lo pudo alterar el tiempo- susurras María,
a mi alma.
Y siento que aún estás, viejo cura, para
cuántos quieran seguir tu senda, para cuántos tengan, en su alma, más preguntas
que respuestas.
Vamos, viejo cura, hazme un lugar en tu
mula. Vamos, llévame a través de esas cumbres tan altas, esas que duelen, pero
también las otras, las que ansío. Será larga la travesía y sé que me tendrás
muchísima paciencia.
- ¿Traes tus cosas?- me pregunta Brochero.
Busco en mi bolso. Suena la conocida música del tintinear de las cuentas del
Rosario
- Tengo esto- respondo, mostrándole mi
pequeño tesoro-¿alcanza?
- ¡Claro que sí!!!...en marcha…
Y la pequeña mula nos va llevando, camino
adentro del alma…
Quizás la travesía dure toda mi vida, quizás
mucho menos, no lo sé.
María Santísima y el Beato cura Brochero
tienen todo el tiempo para mí… Para vos… Para cada uno que quiera subirse a una
simple mula serrana, con el Santo Rosario, como único e insustituible equipaje.
Autora María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
Nota de la autora: Este relato sobre María Santísima ha nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)