Mi querida amiga:
Esta carta es para vos, que tenés una foto mía en tu bolso, en tu mesita de luz o pegada con cintex en la humilde pared de tu cocina. Estas palabras son
para vos, que me mirás entre lágrimas porque sentís que ya no sos niña, que la
vida se te abalanza y a tu alrededor todo parece una selva...o quizás sientas que tu matrimonio peligra, o tu hijo tiene triste el alma, o tu mamá está
grande y demasiado sola y te cruzás la ciudad para verla (porque tu casa es
chica y no te la podés traer con vos).
El otro día me
decías “¡Ay Madre, que difícil se
me está poniendo la vida!”. Yo me senté a tu
lado, te abracé sin que lo notaras e intenté decirte muchas cosas... pero no me
escuchabas, pues tenías demasiado lastimada el alma.
Por eso quise
escribirte... para que tengas este pedacito de mi corazón a tu alcance cuando
la soledad te inunde... cuando tengas
más preguntas que respuestas... cuando tus pasos ya no atinen caminos...
Quiero contarte lo
que fui aprendiendo en medio de dolores y alegrías, errores y aciertos, sueños
y desilusiones. No importa si yo escribía a la luz de una vela y vos mandás
correo electrónico, o si yo caminaba de San Vicente al centro y vos vas en
ómnibus. Ésos, amiga, sólo son detalles técnicos...
Verás, la Virgen
Santísima ha tejido para mí una canastilla nueva. En ella voy recogiendo tus dudas,
tu soledad, tus angustias y alegrías y, cada día, se la presento a María y ella
me la devuelve tornada en gracia y ternura para tu alma.
Pero esos regalos
sólo puedo entregártelos si tenés abierta la puerta de tu corazón (recordá,
sólo se abre por dentro).. Quizás vos te preguntés: “¿Cómo hago para
mantener abierta esa puerta? Si el viento helado de la soledad o las tormentas
del dolor y la angustia la cierran de un portazo, muchas veces a mi pesar”.
Te propongo que caminemos, dentro de tu
corazón, desde San Vicente hasta la plaza San Martín. En tan largo trayecto, te
iré contando que lo primero que debés hacer al despertar es decirle a
Nuestro Señor:”Solo a Vos os amo”, y con este pensamiento se te quitará toda
pereza. Si sos puntual en la observancia de tus deberes, y ofrecés tus
esfuerzos a la Virgen, ella te ha de alcanzar toda la gracia que necesitás y
las virtudes que te faltan. Durante el día, hablá mucho con el Señor en la
oración. Cuando salís al patio a tender la ropa, tomate un minuto, elevá
tus ojos al cielo y agradecé que tengás ropa para tender... en el mundo hay
pobres que no la tienen ni para ponérsela.
En esta
Cuaresma, recordá el gesto de Jesús al lavar los pies. Vos podés hacerlo de muchas maneras:
Perdonando a quien te ha lastimado, sonriendo a esa vecina que resulta tan
molesta, visitando a esa abuela del barrio que “esta bien” pero siente que el
día tiene demasiadas horas. Te prevengo que tu orgullo se alzará a los gritos.
No lo escuchés. Solo imitá a Jesús que nos dio ejemplo de tanta humildad.
Recuerdo que
acostumbraba a refugiarme, todos los días, en la llaga de su Santísimo
Costado y de allí sacaba las fuerzas que necesitaba yo, pobrísima criatura suya.
Pedíle a Jesús
la gracia de saber aprovechar tantos y tan diversos medios de que se vale para
conducirte a El, con seguridad. Pedíle que te dé a conocer el verdadero
espíritu con que debés conducirte en todo y su santo amor sea el móvil de todas
tus acciones. Mirá, nos vamos acercando a la plaza... He querido mostrarte
muchos caminos, que van directo a la puerta de tu corazón... Cuando sientas que
ya no tenés fuerzas, que la vida te pasa por encima, continuá caminando
hija, recordá que detrás de la puerta te espera una canastilla repleta de
gracia y ternura, que María te ha mandado a través de esta amiga que tanto
te quiere y te bendice de corazón
María del Tránsito Cabanillas de Jesús Sacramentado.
Publicado en "Palabras, bajo el manto de María"
(Las palabras en cursiva corresponden a textos adaptados de cartas de M. Tránsito)