lunes, 18 de mayo de 2015

María, el rico Epulón y el pobre Lázaro

    En estos días se ha leído, en la Santa Misa, la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Sé que contiene enseñanzas que aún no he descubierto. Y, como siempre, me acerco confiada a mi Madre, sabiendo que Ella está pronta a responder, siempre….

   - Madre querida-, susurro mientras pedaleo en la bicicleta en una serena tarde de abril….-quizás no sea este el mejor momento para preguntarte acerca de la parábola que Jesús nos enseñó…
   - ¿Por qué crees que no es el mejor momento?- preguntas a mi corazón, María, pues siempre vienes cuando te llamo… y cuando no te llamo también….
   - Es que…-y las palabras se me vuelan ante tu ternura- es que… quizás hubiera sido mejor en la parroquia, pero… bueno, hoy se me complicaron las cosas y no pude acercarme…- y me quedo triste porque no sé si estas palabras alcanzan… porque aunque sea una visita con mi corazón podría haberte regalado.
   Sabiendo que lees mi corazón y que tu misericordia sobrepasa infinitamente mis faltas, te acercas a mí y susurras…
   - El rico Epulón y el pobre Lázaro ¿crees que ellos se han quedado encerrados en esa parábola?
   - No te comprendo Madre…
   - A ver... – y tu ternura de Madre se perfuma de paciencia para mí- ¿Crees que Lázaro y Epulón solo viven en esa parábola?
   - No lo sé, nunca me lo pregunté.
  - Pues esa es la primera pregunta que debes hacerte para comprender. ¿Te has sentido Epulón alguna vez? Vamos, vuelve sobre tu historia y revisa….
    Y mi corazón mira hacia atrás y… sí… muchas veces fui Epulón, demasiado feliz en mis propios logros y sin tiempo para visitar esa señora amiga que ya no puede caminar… aún recuerdo sus palabras por teléfono y mi promesa de visitarla pronto…Pero estaba demasiado ocupada en mí misma. También mi corazón se vistió como Epulón cuando me encontré en el hospital con mi amiga de la infancia y sólo le hablé de porque YO estaba allí… luego me despedí…. Al rato, alguien dentro de mí me preguntó: ¿Porqué Alejandra habrá estado en el hospital?.... y allí recordé que, ocupada en mi propia historia, no le pregunté por su salud… y me viene al alma su rostro delgado y la mirada de su madre y su hermana.
   Y la respuesta duele, Madre querida...
   - Sí, Madre, muchas veces me alimenté en el banquete de mi propia vanidad… y no cayeron de mi mesa palabras de cariño para nadie…
   Y solo puedo llorar, y no me atrevo a caminar más atrás mi historia, porque sé lo que voy a hallar….

   - Tu riqueza son tus dones, hija querida. Tú eres un alma enriquecida en el Bautismo y en la Confirmación. El Espíritu Santo te ha dado sus dones, que son riquezas eternas, pero no te pertenecen... Tus manjares pueden ser: tu comodidad, aunque simple, tus excusas… que te envuelven el alma y no te dejan desplegar las alas de tu riqueza interior… Y siempre hay un Lázaro que te tiende la mano, un Lázaro que necesita de tus dones, de tus palabras, de tu oración, de tu caridad…. Lázaro, hija, Lázaro… ¿no te recuerda a ti misma cuando te sentías pobre y necesitada? ¿Cuándo los caminos se desdibujaban y la noche no tenia luna ni estrellas? También eres Lázaro suplicando a tus hermanos aunque sea algunas migajas de sus propios dones…
    Y me dejas pensando, Madrecita.. Epulón no es un personaje tan lejano a mi vida, de hecho, muchas veces he ocupado su lugar, no en lo material sino en las riquezas de mi alma…. Y también he sido Lázaro, que suplicaba a sus hermanos y muchas veces he hallado almas generosas que, lejanísimas de Epulón, han calmado el hambre y la sed de mi alma….
   - Gracias, Madre querida, por acercarte a mi corazón y enseñarme que hay riquezas eternas por las que deberé rendir cuenta... y hay Lázaros suplicantes a mi alrededor…. Como, al mismo tiempo, soy Lázaro tantas veces estirando la mano buscando la caridad de mi hermano, en una sonrisa, en una palabra de afecto, en una compañía silenciosa….
   Epulón y Lázaro siguen caminando entre nosotros. Epulón, para que el orgullo y la vanidad no me ciegue y me crea segura en mi camino hacia Dios… y Lázaro para recordarme que soy pobre y necesito de la Misericordia de Dios en cada paso, en cada dolor, en cada alegría….
 María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
   






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