viernes, 26 de enero de 2018

María Santísima, el Beato Cura Brochero y unas cumbres muy altas…

 (Este relato lo escribí mucho antes del anuncio de la Canonización del Cura Brochero)


   Por gracia de Dios estoy transitando el camino de las Altas Cumbres, en Córdoba, Argentina, rumbo al lugar donde ejerció su ministerio el Beato José Gabriel del Rosario  Brochero… el “cura Brochero” para los lugareños…
   Voy en auto, y los kilómetros pasan rápido. Mi alma, extasiada ante la belleza del paisaje, quiere irse a los días en que el viejo cura recorría estas montañas, metro a metro, a lomo de mula, sólo por un alma…
   De pronto se divisan, en un camino angosto que serpentea los cerros, un par de vaqueanos del lugar, a caballo.
   Y te pido me asistas, querida Madre para sacar fruto espiritual de este viaje, para no quedarme ni en el relato histórico ni en la letanía de pedidos, suplicando la intercesión del Beato, de la cual no dudo, pero sé que hay más, mucho más.
   - Piensa, hija- y te vienes a mi alma, como eco seguro de mis Avemarías- Tan altas y escarpadas cumbres, tan agrestes paisajes, tan inaccesibles parajes… todo fue traspasado, arrasado, inundado y vencido por un sólo hombre.
   - Un solo hombre- repito y miro los vaqueanos avanzar a paso lento, mientras a la tecnología del auto se le hace incomprensible el lento tranco de una mula.
   - Sí, un solo hombre, que no es lo mismo que un hombre solo- me recalcas, para que entienda la diferencia, mientras vienen al alma las imágenes conocidas del Beato Cura, subiendo las cuestas con la cruz en alto en su mano derecha y el rosario en la otra- Un sólo hombre pero armado como un ejército… un hombre cuyo medio de transporte era una mula. Aprende, hija, aprende….
   - Madre… perdóname, pero no veo aquí la enseñanza que quieres darme, porque es seguro que tú ves infinitamente más claro que yo.
   - Lleva esta escena a tu propia vida- me propones…. Y te quedas en silencio, esperando…. Esperándome...
   El tiempo ha pasado, he llegado a mi destino. He descansado y estoy en Misa. Acabo de recibir la Eucaristía en la Iglesia Nuestra Señora del Tránsito, de Villa Cura Brochero.
   Me arrodillo a disfrutar en el alma este momento. Justo frente a mí hay una estatua del cura serrano…    Cierro los ojos en oración y me sigues repitiendo, María: "aprende, hija, aprende"…
   De rodillas y con los ojos cerrados, me llevas, María, a ese paisaje agreste y desolado y, frente a un pequeño hilo de agua, veo que avanza el viejo cura, sobre su mula…
   Y mi alma se asombra, pero tú buscas que yo aprenda, no que me quede en el asombro.
   De pronto, el viejo cura toma las riendas de su animal y gira hacia mí… avanza, y su rostro se va haciendo cada vez más nítido.
   - ¿Qué es esto, María? ¿Qué me quiere decir el cura Brochero?
   - Pregúntale, hija, pregúntale a quien dedicó toda su vida a la predicación evangélica, al celo por la salvación de las almas.
   El viejo cura queda cerca de mí y me invita a subirme a su mula, mientras me dice:
  - Ha llegado el tiempo en que debes enfrentarte a una muralla en tu alma. Altas barreras que debes pasar en tu camino a la santidad. Veo que te parecen imposibles de cruzar con sólo verlas. No dejes que te asuste ni su altura ni lo escarpado de sus caminos. Ven conmigo, déjate guiar, yo las he cruzado. Yo las he vencido. He llevado a Jesús a través de ellas y las he atravesado tantas veces… ven hija, sube conmigo, es larga la travesía, difícil el camino, pero con María como estrella que nos guía, llegaremos… llegaremos… ven… sube…
   Y dentro de mi alma puedo ver cumbres más altas que éstas que rodean la parroquia. Cumbres que jamás pensé que iba a poder cruzar.
   Y la dulce voz de María resuena nuevamente en mi alma:
  - ¿Comprendes ahora, hija? Si te he traído a este lugar no es sólo para que veas a mi amado hijo, Jose Gabriel, como un personaje histórico, valiente y decidido, sí, pero lejano en tus días… No es para que vengas sólo a pedir su intercesión, lo cual es muy bueno, pero no suficiente para ayudarte a caminar en santidad. Te acerqué a mi hijo José Gabriel para que aprendas de él, de su perseverancia, de su fe, de su amor, de su entrega…. Para que aprendas que la oración será como tu mula, en las montañas del alma, para que, montada en ella, no te sea tan fatigoso el andar. Verás que, como al viejo cura, el sol de la fatiga muchas veces te resultara agotador y anhelarás la sombra… sombras que serán, en tu alma, los consuelos que te irá mandando el Señor para renovar tus fuerzas. Como a Brochero, el viento fuerte, frío e impiadoso se presentará ante ti desafiante y amenazador, pero aprenderás de él a buscar reparos, a llevar abrigos, a buscar un fuego donde calentarte… reparos y abrigos que hallarás en cada rosario. Él recorrió larguísimas distancias, sólo por un alma…
   Sigo de rodillas. Envuelta aún en los deliciosos perfumes de la Eucaristía. No quisiera que este momento acabase. Cuánta razón tienes, María. Y que simple y hermosa manera de enseñarme, dulce Maestra del alma.
   Las cumbres de mi alma siguen allí. Los vientos aún soplan, amenazantes y fríos. Pero algo ha cambiado. La profunda certeza de que no estoy sola. María me ha procurado un guía de lujo. Un guía sencillo y de palabras simples, que llegan a mi corazón, como suave brisa de esperanza.
   Las cumbres del alma, las escarpadas y las bellas, las difíciles y las inundadas de paz. A ambas me enseñará a llegar el Beato Brochero. Porque ambas son parte del camino a la santidad. Salgo de la Parroquia… llueve. Y mi alma no puede resistir a mirar ese cielo y esas gotas que bailan su antigua danza sobre la plaza frente a la Parroquia…
  - Es la misma lluvia, es el mismo cielo, son los mismos aires que respiró Brochero… La misma lluvia, el mismo cielo… no lo pudo alterar el tiempo- susurras María, a mi alma.
   Y siento que aún estás, viejo cura, para cuántos quieran seguir tu senda, para cuántos tengan, en su alma, más preguntas que respuestas.
   Vamos, viejo cura, hazme un lugar en tu mula. Vamos, llévame a través de esas cumbres tan altas, esas que duelen, pero también las otras, las que ansío. Será larga la travesía y sé que me tendrás muchísima paciencia.
  - ¿Traes tus cosas?- me pregunta Brochero. Busco en mi bolso. Suena la conocida música del tintinear de las cuentas del Rosario
   - Tengo esto- respondo, mostrándole mi pequeño tesoro-¿alcanza?
   - ¡Claro que sí!!!...en marcha…
   Y la pequeña mula nos va llevando, camino adentro del alma…
   Quizás la travesía dure toda mi vida, quizás mucho menos, no lo sé.
   María Santísima y el Beato cura Brochero tienen todo el tiempo para mí… Para vos… Para cada uno que quiera subirse a una simple mula serrana, con el Santo Rosario, como único e insustituible equipaje.
Autora María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
Nota de la autora: Este relato sobre María Santísima ha nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella...


miércoles, 26 de julio de 2017

Carta a los abuelos de Jesús

Mis muy queridos Joaquín y Ana:
                                                     Mi nombre es… bueno, no importa… les escribo desde un banco de la parroquia en una inexplicable tarde cálida de julio (en Argentina, Julio es invierno).
                                                     Me avisó una amiga que el día 26 es su fiesta y, por ello, quise regalarles esta sencilla carta.
                                                     No hallo palabras para decirles "gracias". Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de mi amada María.
                                                     Usted, señora Ana, que habrá compartido con ella tantas tardes luego de intensas jornadas, ha sido una sencilla pero sabia maestra. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que se unieron a las de Ella en un mar de harina, para enseñarle a amasar el pan. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que apretaron fuerte las de Ella cuando el dolor, implacable, les invadía el alma. Fue su ejemplo (¿El de quién, sino?) el que ayudó a María a caminar los senderos de la contemplación simple, sencilla, la que está al alcance de cualquier mujer. Fue este santo ejercicio el que permitió a la Madre, años después, meditar en su corazón los misterios de la Salvación.
                                                     Fue usted, buena señora, la que son su ejemplo más que con sus palabras, le enseñó a María que ser mamá es la tarea más hermosa del mundo. Así, Ella, la veía a usted cuidar y ayudar a amigas y parientas cuando los embarazos venían difíciles en los caminos del alma. Y seguro en su casa los pequeñines siempre hallaron una rica sorpresa, increíblemente siempre lista, para sus sorpresivas y revoltosas incursiones.
                                                     Ustedes llevaron a la "llena de gracia" por las escalinatas del Templo tantas veces… Así, Ella fue conociendo que hace muchos años, un profeta llamado Isaías anunciaba que "…La Virgen está embarazada y da a luz un hijo…"y la profecía le inundaba el alma…
                                                     Usted, mi buen Joaquín, fue un hombre honesto y sencillo. ¿Quién, sino, habría sido digno de traer a este mundo a la "llena de gracia"? María le habrá contemplado, seguramente, tantos días al partir de la casa para "ganar el pan con el sudor de su frente". Y le habrá esperado de regreso y habrá corrido hacia usted con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de palomas blancas para abrazarle al regreso de la larga jornada. Y usted, la tomó en sus brazos y la alzó al cielo… tan ligera como una gacela, tan pura como una mañana.
                                                     "-Quisiera que el padre de mi hijo se le pareciera" le dijo un día Ella. Y usted casi no veía su rostro pues las lágrimas delataban que la jovencita le había besado el corazón.
                                                     "-Quisiera que mi hijo, un día, estuviese tan feliz de mí como yo lo estoy de usted, querida madre…" y sus palabras le hicieron sentir, Ana, que la vida es hermosa y los sacrificios y angustias de muchos años al criar los hijos, pueden desaparecer en un instante con frases como esa.
                                                     No quisiera terminar esta sencilla carta sin imaginar, por un momento, cuanto de ustedes llego al corazón de Jesús a través de María: Usted, mi buena Ana, seguro le alcanzó, desde más allá del tiempo, esa ternura por las pequeñas cosas de cada día, la cual, al llegarle desde el corazón de María, se transformaría luego en parábola, en camino…
                                                     Usted, don Joaquín, le dejó al mejor de los nietos la mejor de las herencias: El amor al trabajo. Así, a través de María y envuelto en las palabras y ejemplo del buen José, hallaría en Jesús el mejor de los depositarios.
                                                     Abuelos, abuelos, cuantas veces Jesús habrá dicho estas palabras… "-Extrañas a los abuelos ¿Verdad, Madre querida?"… "-A veces, Hijo, a veces… cuando la rutina desgasta y la soledad se torna compañera demasiado insistente. Cuando tú te vas a predicar lejos y yo te extraño, muchas veces siento que hubiera querido tener a mis padres cerca"… Y Jesús habrá mirado a María en silencio, sabiendo que había verdades que Ella comprendería más tarde, con la llegada del Espíritu Santo….
                                                     Para terminar les pido un favor. Abracen a todos los abuelos del mundo, en especial a los que se sienten solos. No importa si tienen nietos o no, pues hay una edad del alma en que la palabra "abuelo" se torna en caricia….
Desde Argentina
Un gran abrazo a los dos….

María Susana Ratero



Nota de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.

domingo, 2 de octubre de 2016

Milagro conocido


Poesía de María Susana Ratero
Hoy me postro en tu Presencia
en este recinto sagrado
donde me esperas,  sin tiempo,
Oh Jesús Sacramentado.

Jamás queda igual mi alma
después de haberte adorado,
siempre se lleva una gracia
como  lirio perfumado.

Y aunque mi alma no lo sepa,
aunque tarde en notarlo,
lleva tu abrazo prendido
cuan delicado humo blanco.

Y en tan prodigioso silencio,
en tal derroche de gracia,
hoy, te adoro extasiada
hoy, pero …¿y mañana?

Son escasas mis visitas
y tan cortas y apuradas,
que casi ni me doy tiempo
para escuchar que me amas.

¿Es que debes sangrar de nuevo
para asombrar mi alma?
¿Es que no me basta tu Sangre
oculta, silenciosa y blanca?
        
¿Qué pasa cuando no sangras,
cuando no asombras mi alma?
¿Qué pasa si eres silencio,
esperando mi mirada?

¿No te desangras, acaso,
en tanta espera ignorada?
¿No te lastima mi ausencia
como el filo de la espada?

Te agradezco los milagros
que me has regalado,
Lanciano y tantos otros,
que me han asombrado.

Más, necesito la gracia
de no esperar más milagro,
que mi Dios escondido
Prisionero del Sagrario.

Y ante la soledad que callas,
tan grande como el milagro,
no ansíe yo mas portento
que tu amor Sacramentado.

Y pueda  ver que el milagro,
repetido y cercano,
no por ser conocido
deja de ser milagro.

susanaratero@gmail.com

viernes, 10 de junio de 2016

¡Oh Jesús Sacramentado, oh mi Amor olvidado!...


En tu gloriosa Ascensión

tu promesa me has dejado:
Que estarías conmigo
hasta el tiempo  consumado.

Y por mi amor te has quedado
esperando en el Sagrario,
inmenso mar de soledad
que, por mí, has navegado.

Tan desolada espera
que te he regalado,
tanta suma de olvidos,
no caben en un Sagrario.

No hay quejas ni reproches
en tu silencio sagrado,
sólo tu inmenso Amor
por el mío esperando.

¡Oh, Jesús Sacramentado,
oh, mi Amor olvidado!,
¿Cómo he podido dejarte,
tanto tiempo abandonado?

Por cosas que ni recuerdo
no te he visitado,
ni siquiera en pensamiento
ante Ti me he postrado.

Triste escala de valores:
lo terrenal antes que lo sagrado,
eligiendo caminos
que llevan a ningún lado.


Hoy te pido una gracia
¡Oh, mi Amor Sacramentado!,
desde el Corazón de tu Madre
que jamás te ha olvidado.

Pues, de todos los Sagrarios,
fue el primero, el más amado,
virgen Corazón de Madre,
arrullo, caricia y canto.

Con la fidelidad de Ella,
¡Oh, Señor de los altares!,
de rodillas yo te adore
la vida que me restare.

Y entender, al menos algo,
de este Amor enclaustrado,
entre pequeñas paredes
que no pueden encerrarlo.

Y entendiendo te conozca
y conociéndote, ¡Oh Amado!,
quede extasiada mi alma
sólo con saberte cercano.

Que la prisa no me tiente,
ni me engañe lo mundano:
Eres el mismo Cristo
que caminó hasta el Calvario.

Por eso, ante tu Presencia,
el mundo se queda a un lado,
y rendida ante tus plantas
disfruto tu Amor, Amado.

                             Autora: María Susana Ratero
                            susanaratero@gmail.com
                            susanaratero@yahoo.com.ar

lunes, 2 de mayo de 2016

Metro a metro, por un alma

Poesía en homenaje 
al Pbro. José Gabriel del Rosario Brochero, 
argentino y cordobés,
que será canonizado el 16 de octubre de 2016, en Roma.
Hace más de cien años
llegaste a esta tierra serrana
José Gabriel del Rosario
“Señor Brochero”, que te llamaban.
Las altas y frías cumbres
no te amedrentaban,
fuego en tu alma era el celo
por la salvación de otras almas.
El paisaje, agreste y duro,
silencioso contemplaba
tu tranco lento, Brochero
en tu mula “Malacara”.
Altas cumbres escarpadas,
Brochero, las que cruzabas,
despacito, metro a metro
y tan sólo por un alma.
Eran altas las cumbres,
pero no más que las del alma,
y ahí subías Brochero
y esa fue tu gran hazaña.
Esas cumbres escondidas
ésas, que anhelabas,
no eran de piedra y yuyo,
eran las cumbres de un alma.
Y a tan alto destino
“Malacara” no llegaba
a otra cosa debías treparte,
cura  gaucho, para alcanzarlas.
Y el rosario fue tu mapa
y tu abrigo la Palabra,
así subías, Brochero,
y no te desanimabas.

Despacito, metro a metro
así llegaste a las almas,
qué difíciles esas cumbres
cuando estaban cerradas.
En la dura travesía
La Purísima te acompañaba,
pues  sabías, Brochero,
que no hay cumbre escarpada,
ni tormenta ni nevada,
que le impidan a María
besar las cumbres de un alma.
Al  llegar a esa cumbre,
que era un alma que esperaba
la redención del Señor,
tantas veces anhelada,
plantaste en ellas banderas
de conversión y esperanza.
Y por esas cumbres trepadas
vos llegaste a la más alta,
a ésa que desde antaño
el mismo Dios te preparara.
Y hoy eres santo, Brochero,
y desde esa cumbre tan alta
eres mapa y camino
en la santidad de otras almas.
Te pido la gracia, Brochero
de no perder la confianza
sabiendo que metro a metro
se sube despacio al alma.
Y en ésta que me fue dada,
allá en la cumbre de mi alma,
sea yo también camino
de conversión y esperanza.

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com

martes, 18 de agosto de 2015


Estos versos nacieron en mi corazón
 al observar una copia
 de la Sabana Santa 
que llego a la Iglesia Catedral
 de mi ciudad en estos días….. 
Así, sin título…
 solo unos versos…

                              17-8-2015                       
                                    (María Susana Ratero         susanaratero@gmail.com)



Permíteme Señora mía
unos simples versos
pues a la Sábana Santa
se le ha escapado un secreto

Ella guarda en silencio,
desde hace tanto tiempo,
marcas que no se ven
lágrimas que se escondieron

Al bajarlo de la Cruz
en tus brazos lo pusieron
y tus lágrimas acariciaban
aquel Rostro muerto

Tus brazos lo estrechaban
como cuando en Belén, pequeño
le acunabas despacito
para no alterar su sueño

Sus ojos no te miran
y no te ampara su aliento
yace entre tus brazos
Jesús, muerto

José de Arimatea
junto con Nicodemo
lo envuelven en la Sábana
que ha desafiado al tiempo

Ya no ves su rostro
sólo un blanco lienzo,
quien sabe por quién tejido
eso, también es secreto

Entre Su piel y tus labios
se impone un blanco silencio
que se bebe tus lágrimas
tus abrazos, tus besos…

Y allí quedaron por siempre
su Sangre y tus besos
entre los blancos hilos
de un misterioso lienzo

Tu silencioso dolor
es un grito de esperanza
que se funde en un abrazo
en la muda sábana blanca

Y fue el último abrazo
y fue el último beso
y la última caricia
que tus manos le dieron

y allí quedo en el sepulcro
cuando la piedra corrieron
Su Cuerpo y tu dolor
en una sábana, envueltos

Y aquel glorioso Domingo
donde venció a la muerte, la Vida
hubo una flor escondida
que un ángel se llevó al cielo

Eran tus lágrimas, Madre
eran todos tus besos
que Jesús te devolvía
en un abrazo perfecto

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com






martes, 19 de mayo de 2015

Con María, recordando a Mabel Spat

   Los que tenemos la dicha de conocer, en nuestro camino, almas generosas y sencillas, almas devotas y ejemplares, podemos decir que encontramos una brújula, cuyo norte es el cielo…
   Hoy, 19 de mayo de 2015, en la Parroquia de Luján, de Villa María, Córdoba, Argentina, recibimos la última visita de Mabel Spat, no ya caminando y con su sonrisa serena y pura, sino en su partida a la Casa del Padre…

   Y no puedo menos que mirarte, María Santísima, imitando a Mabel cuando te miraba, te cantaba, te daba a conocer…
Y me susurras al alma, Madrecita:
   - Has escuchado la lectura del Evangelio, hija, donde Jesús dice que si el grano no muere, no da fruto… y Mabel fue una semilla que, muriendo a sí misma, se tornó árbol frondoso donde hicieron sus nidos muchas almas….
   - Si, Madre, Mabel fue una mujer que ha dejado una huella imborrable en quienes la hemos conocido…
   -No te quedes sólo en el recuerdo, hija mía, no te quedes sólo en las lágrimas. Tú puedes honrar la memoria de tu amiga de una manera muy diferente y mucho más fructífera.
   -¿Cómo Madrecita?
   -Pues, intentando que su ejemplo de vida no quede sólo entre los que le conocieron; hablando de ella a quienes no tuvieron la dicha de conocerla… Pero, por sobre todo, hija mía, debes honrarla imitándola… Imitando su perseverancia, día tras día, semana tras semana, acercándose a la Parroquia y poniendo al servicio de los hermanos, los dones que Dios le había dado en el Bautismo. Mabel descubrió sus dones y no los enterró, sino que los repartió a manos llenas,  para gozo y alegría de tantas almas. Mabel se tomó el trabajo de decir al Señor: Aquí estoy, Padre, para hacer tu voluntad.
   - Sí, la recuerdo cantando alto y hermoso en las Misas, rezando el rosario con gran perseverancia y devoción, invitando a tantos a hacerlo. Hablándole a los niños de ese Jesús que los ama, siempre de tu mano, María… Porque Mabel nunca se soltó de tu mano… y te acompañó no sólo en el gozo de la Anunciación, diciendo “si” al Señor, como tú, sino que también te acompañó a Caná de Galilea, e hizo caso de tus palabras “Hagan todo lo que El les diga”. También estuvo contigo en la multiplicación de los panes, poniendo siempre su corazón en manos de Jesús para que El lo multiplicara a tantas almas hambrientas del amor de Dios….
  Sí, recuerdo los pasos de Mabel por la Parroquia de Luján y por la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, en Las Playas. Como lo dijo el Padre “Pepe” al hablarnos de ella hoy: “Decir Mabel y decir Parroquia de Luján es lo mismo; decir Mabel y decir catequesis es lo mismo”….
   - Cuánto me alegra que atesores estos recuerdos hija, pero aún te falta recordar algo más. Mabel acompañó a mi Hijo hasta el Calvario. Mi hijo compartió con ella parte de su cruz. Y así como Jesús, Mabel me miraba desde su dolor y yo confortaba su alma… Hoy, cuando cantaban en la Parroquia “Yo pongo mi esperanza en ti, Señor”… ten la plena seguridad de que acompañaban el canto de Mabel llegando a la Casa del Padre… Ella llegó con sus manos llenas y perfumadas por tantas obras buenas. Ella recibió la gracia de una frecuente Confesión y Eucaristía en los últimos momentos. Ella mereció la gracia de partir de este mundo con sus cuentas arregladas con Dios. Ahora Mabel sigue cantando “Santo, Santo” con el coro de los ángeles, así que, la próxima vez que vayas a la Parroquia de Luján, cuando el sacerdote diga: “Con los ángeles y los arcángeles, cantamos sin cesar el himno de tu gloria” ten la seguridad de que Mabel se unirá a ese canto.  Así, por la bendita Comunión de los Santos, tú rezas por su alma y ella reza por la de muchos, como siempre… ahora ya sin las limitaciones temporales de este mundo… ahora Mabel ve cara a cara a aquél por quien ofreció su vida, su esfuerzo, su alegría….

   El cortejo fúnebre parte, desde la Parroquia de Luján hacia el cementerio, mientras la Virgen Santísima camina serenamente con Mabel, por los jardines celestiales, hacia el abrazo perfecto con Jesus….
   Quise escribir estas líneas como homenaje a una mujer que, desde la sencillez de su vida, halló caminos de santidad. Desde su amor de esposa y madre, orando sin cesar por todos los que amaba, para que fueran santos, Mabel hizo la Voluntad del Padre.
   Si, ése es aún el deseo de Mabel, y por el cual sigue suplicando al Padre, que todos los que la hemos conocido seamos santos….
   Si tú, que lees estas líneas, has conocido a Mabel, me darás la razón. Si no la has conocido, que estas líneas sean para vos un canto de esperanza, un ejemplo de vida que nos dice que se puede alcanzar el cielo desde las pequeñas cosas, si ponemos en ellas todo nuestro amor y las dejamos siempre en manos de María, como Mabel lo hizo….
   Gracias Mabel, por tu ejemplo. Reza por nosotros, querida amiga, que tu oración será canto agradable a Dios y su eco resonará por siempre en nuestra Parroquia de Luján y en la Capilla Sagrado Corazón de Jesús de Las Playas.
Maria Susana Ratero

Nota de la autora: este relato sobre Maria Santísima ha nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.

lunes, 18 de mayo de 2015

María, alza mis brazos en oración

   En la lectura de la Misa del  20 de octubre, se lee el pasaje del Antiguo Testamento donde Moisés  mantiene sus brazos en alto en la batalla, y así vence Israel, más, cuando los baja por el cansancio, el resultado le es adverso…, por ello, sus compañeros le sostienen los brazos hasta la puesta del sol…..
   Esta imagen de un hombre que alza los brazos a Dios y luego, por el cansancio y el agotamiento, se ve obligado a bajarlos, me ha dejado pensando, Madrecita….
   -  Los brazos levantados de Moisés son brazos en oración….. - me cuentas para que no se me escape ni una sola enseñanza- De la misma manera, hija mía, Yo sostengo tus brazos suplicantes, en la batalla espiritual de tu alma...

 - ¿Cómo haces eso, Madre?, es que, a veces,  no sé ni cuando he de levantarlos y también, muchas veces, se bajan a mi pesar….A veces, la respuesta de Dios se hace esperar, como dice el Evangelio: "suplica día y noche, el Señor escuchará, aunque haga esperar"… pero en esa espera los brazos se cansan de estar en alto, Madrecita…   Los tiempos de Dios no son los nuestros, aunque, sin duda, siempre son mejores, pero reconozco que no siempre se esperar "esos tiempos"….
   - El "levantar tus brazos" es un levantar tu alma en la oración, confiada, constante, serena….. Veo que muchas veces no logras descubrir los valiosos tesoros de la oración, por ello, la "dejas para más tarde", sin darte cuenta de que la oración ha de preceder todas tus acciones, para que éstas den los frutos que Dios tiene planeado para ellas…. En esos días, cuando te sientes demasiado cansada o triste para la oración, Yo sostengo tus brazos para que no se cansen, yo suplico por ti cuando ya no puedes, cuando tus labios no pueden pronunciar palabra yo pido por ti, en tu nombre, así, no sólo tus brazos estarán altos, sino más altos…. ¿comprendes hija?
   Qué hermoso es sentir que sostienes mis brazos, María, y que lindo eso de que no solo haces que estén altos, sino más altos…
    Oración perseverante y brazos levantados… oración confiada y unas Manos Purísimas sosteniendo mis brazos para que no se fatiguen, para que lleguen más alto, para que lleguen con su súplica al Corazón de Jesús, perfumados por tus manos María…                

   Gracias Madre, por enseñarme a descubrirte en cada palabra de la Santa Misa, como Madre y Maestra… como Madre  no quieres que tus hijos erremos el camino, como Maestra sabia  nos haces ver tanta sabiduría escondida…..
Hoy alzo mis brazos al cielo en agradecimiento, en súplica, sabiendo, confiada, que unas manos purísimas y amadas los sostendrán, para que no me canse, para que ansíe alturas mayores, alturas a las que sólo puedes acercarme tu, Señora mía y Madre mía...
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.






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