¡Qué profundo, Madre mía, es el misterio de
la Misa!... Sólo desde la fe puedo reconocerlo. No es algo lejano e inalcanzable,
sino cercano, repetido en cada Eucaristía… ¿A cuántas Misas asistí en mi vida? Imposible
la cuenta y, sin embargo, aun tengo tanto por descubrir, por reconocer, por
entender…
- Y
por disfrutar…- susurras a mi corazón como para que el gozo del alma sea
completo…
- ¿Disfrutar, Madre? Bueno, sí, es hermoso
saber que Jesús está tan cerca, pero tus palabras van más lejos ¿verdad?...
- Por
cierto, hija, el descubrir, el reconocer y el entender, en la medida de tu
capacidad, es incompleto si no te lleva a disfrutar, en lo más profundo de tu
alma, el grandísimo acto de amor de Jesús en cada Eucaristía.
- Llévame, Madre, de tu mano, a recorrer
cada palabra, cada gesto que esconde, a los ojos del cuerpo, tan sublime
milagro…
Y pongo mi corazón en el Tuyo y te pido la
gracia, si, la gracia de vivir este momento con la mayor intensidad que me sea
posible… la gracia, Madre, porque sin la gracia es imposible, sin la gracia son
vanos mis esfuerzos y pobres los resultados…. Y la gracia se da a quien la
pide… por eso, en esta Misa, te suplico la gracia de disfrutar en mi alma el
milagro del Amor…
Y llega el tiempo de la Consagración y, por
un momento, hasta el tiempo transcurre lento para reverenciar, a cada instante,
a su Creador…
El sacerdote toma entre sus manos el Cáliz…
pronuncia las palabras santas… “Tomen y beban todos de él, porque éste es el
Cáliz de mi Sangre…..” y el vino ya no
es vino sino tu Preciosísima Sangre, Jesús mío…
Y tus palabras, María, le dan luz al alma
para que entienda un poco más y pueda empezar a disfrutar…
- ¡Es
tan profundo el misterio que encierra este pequeño Copón! Contiene en sí al
Dios de la vida. Tú no puedes penetrar con tus ojos las paredes del Cáliz, pero
tu fe te dice que allí está Jesús…
Y por un instante, Madre, me llevas a
Nazareth… el mismo milagro y tu vientre como Sagrario Perfecto.
El sacerdote sostiene entre sus manos la
Hostia y el Cáliz. Sólo Dios puede realizar tan grande prodigio, quedarse bajo
la apariencia de pan y vino y dejarse sostener por manos humanas… y el Cáliz me
sigue pareciendo inmenso, profundísimo, como vedando a mis ojos los más
profundos secretos… Cáliz que contienes a tu Creador, Cáliz portador de
secretos que no soy digna de conocer… Cáliz que eres promesa de amor cumplida,
Cáliz bendito…
Y empiezo, lentamente, a comprender lo que
significa “disfrutar” de la Eucaristía… Tan grande milagro y ni un solo signo
externo, tan grande milagro y estoy aquí, para verlo con la fe si he pedido
antes la gracia, para disfrutarlo en mi alma sabiendo que Jesús está allí y
hasta pareciera que el recinto ha quedado vacío y solo somos Jesús y yo…
Y, sin notarlo casi, me veo acompañándote,
María, al momento de la Ascensión, escuchando a Jesús: “ Y miren que Yo con
vosotros estoy, todos los días, hasta la consumación del siglo” (Mt 28,20)
Y las palabras de Jesús resuenan, nítidas,
en mi corazón “ con vosotros, todos los días, hasta el fin…”
- Al
decir “con vosotros”, te incluye- dices, María, como para que no me sienta
lejana- “con ustedes” es también contigo…
- También conmigo- y se me llena de asombro
y alegría el alma al sentirme particularmente incluida en la promesa de Jesús…
Se acerca el momento de la Comunión y, aun
en tu Corazón, Madre, te pido la gracia de disfrutar, en mi alma, el milagro
que se aproxima: Dios entrando a mí, Dios tornado en pan para el hambre de mi
alma, que no puede saciarse con las cosas del mundo…
Cerquísima ya del altar, las palabras de
Maestro me invitan al abrazo, a la confianza… “contigo, todos los días, hasta
el fin del mundo…” Que recibirlo no sea, Madre, un acto repetido, conocido y
hasta casi mecánico… que sea un abrazo verdadero entre Jesús y yo… alcánzame la
gracia, oh Mediadora de todas las gracias, de comprender, en lo que mi pobre capacidad
pueda, que Dios Todopoderoso, Eterno, infinitamente Santo se coloca frente a
mí, dejándose sostener por el sacerdote, mientras me repite: “Aquí estoy,
contigo, como cada día, hasta tu último día”
El Cáliz brilla en el altar y una niña dice
“parece un tesoro”
- De
la boca de los niños brotará la alabanza- me recuerdas, Madre, para que no
olvide que el Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere….
Un tesoro escondido….
- ¿Éste es también el tesoro del que habla
Jesús?
- Hija, hablaremos de esto más tarde, ahora
ve, que los brazos de mi Hijo se extienden hacia ti, en la Eucaristía….
Y vuelvo a mi banco… y me traes en tu Corazón,
Madre, y te encuentras con Jesús que está entrando al mío … y susurras
“Contigo, hija, está contigo, como todos los días, hasta tu último día”
María Susana Ratero
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.”
Susana! qué dulce y profundo relato... Soy de las q creo q hay q profundizar en muchos católicos, el verdadero sentido de la Misa! Recordando y sintiendo q cuando comulgamos es JESUS MISMO EN CUERPO, ALMA, SANGRE Y DIVINIDAD,Q EL Q HABITA DENTRO NUESTRO!! Te agradezco el envío, fue una caricia al alma leerlo...
ResponderEliminarJesús y María te guarden y bendigan !!
CAIA
Gracias Señor.
ResponderEliminarGracias por un "alma limpia",
que te contempla en tu candor.
Gracias, Señor.