Las navidades de
María
Hoy comienza diciembre y
caminamos hacia el segundo domingo de Adviento. Te pido me acompañes, María, en
estos días especiales para el alma. Días de preparación y espera. Días de
revisión profunda y cambios necesarios….
- Días de recuerdos… perfumados por el eterno amor de la Santísima Trinidad- me cuentas, bajito, en esta tarde de Adoración Eucarística…
Y en mi alma brota la pregunta que esperó
allí tanto tiempo:
- ¿Cómo han sido tus Navidades, Madre?
Y aún sin moverme de mi banco, siento que me
haces un lugarcito bajo tu manto:
- Hija, mucho antes de que el glorioso día
del Nacimiento de Jesús se llamase Navidad, yo he tenido, cada año, un profundo
volver del alma a esos días de Nazaret y Belén…. Han sido regresos distintos.
Unos ocurrieron antes de la vida pública de Jesús, íntimos y desconocidos para
el mundo, otros durante ella, con secretos aún no develados…Hasta que
finalmente, luego de Pentecostés, he compartido con la Iglesia naciente todos
los secretos que guardaba en mi corazón….
- Cuéntame, Madre, por caridad cuéntame,
para que mi alma saque, de este Adviento, el mayor fruto posible…
Y, como quien abre el cofre de un valioso
tesoro, abres para mí los secretos de tu Corazón:
- Hija, hubo una primera Navidad en Belén,
la noche del Nacimiento de Jesús. Noche de asombro y misterio. Noche de puertas
cerradas y ángeles cantando y anunciando “…una gran alegría… Os ha nacido en la
ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor” (Lc 2,10). Noche en que el Todopoderoso
siguió haciendo “en mí grandes cosas”. Noche que he guardado en mi Corazón
desde entonces, como cada mamá guarda en su corazón el día del nacimiento de su
hijo. Luego vinieron los años de la vida oculta de Jesús…. En esos años mi
corazón volvía a esa noche de forma íntima y sencilla junto a Jesús y José.
Primero en Egipto y luego en Nazaret. Era gran alegría para mi corazón revivir,
junto a mi esposo, los recuerdos de aquel Primer Adviento y la noche del
Nacimiento. Pues yo guardaba todas esas
cosas y las meditaba en mi Corazón. Después del Bautismo de Jesús en el Jordán
las cosas cambiaron…. Jesús estaba siempre rodeado de sus apóstoles y de las
personas que lo seguían... y yo le acompañaba algunas veces… otras, sólo le
podía acompañar con mi Corazón. Recordaba yo esos días amados… el secreto de la Anunciación y los
acontecimientos del Nacimiento me acompañaban en silencio, esperando el momento
de visitar otros corazones…. Pero ese momento aún no llegaba. Yo seguía
diciéndole al Padre “hágase en mi Tu Voluntad” sin saber cuándo sería el tiempo
de revelarlos…
- Madre, tu silencio es admirable. Tu
entrega es admirable. Callar por tantos años semejante secreto, solo la Llena
de Gracia podía hacerlo… Si, solo Aquella saludada por el Ángel “Salve, llena de gracia; el Señor es
contigo”…Todos tus silencios, Madre mía, llenan las páginas del Nuevo
Testamento… Tus silencios que nos hablan de tu profunda humildad, de ser
guardiana de los tesoros del Evangelio hasta que llegase el momento de
confiarlos a la Iglesia… Sigue, Madre mía, sigue contando a esta pobre hija
tuya que quiere aprender a imitarte…
En el silencio del recinto tu mirada dulce y
serena y tus manos tomando las mías, me responden que en este camino de aprender a imitarte no
estoy sola… tu me llevas, si yo me dejo llevar por ti….
- Cuando fue el tiempo que el Altísimo me
mostró, ya pude confiar a los Apóstoles
los valiosos y amados secretos de mi Corazón… Entonces, esa “inmensa alegría”
de que hablaban los ángeles, comenzó a ser vivida y recordada también por
la Iglesia naciente… fue un camino lento
y un aprendizaje… fue recordar para aprender, no recordar por recordar, porque
eso no le sirve al alma…. Durante los primeros años yo les acompañaba y ellos
me preguntaban… Así, mis secretos fueron llegando a los corazones y quedaron
para siempre viviendo y latiendo en el Evangelio….
Navidades distintas. Navidades de secretos
guardados y de distancia prudente. Navidades de corazón callado y de alas
extendidas…. Tus Navidades María….Tan distintas a las mías....
Tengo tanto que aprender de ti, Señora
Mía…..Enséñame, María, a imitar tu “volver del alma a esos días”…
Sin salir de tu Corazón (¿adónde mas iría si
quiero hallar a Cristo con seguridad?) te escucho….
- En esta época del año, la Iglesia te va
mostrando los caminos del Adviento… tiempo de preparación para recibir a Jesús,
tiempo de ponerse en marcha hacia tu Belén interior…. Fíjate que en aquellos
días de la Primera Navidad,
"apareció un edicto del César Augusto, para que se hiciera el censo
de toda la tierra" (Lc 2,1) ¿Qué te dice este detalle, querida mía?
- Pues… que como el Mesías debía nacer en Belén,
el Señor dispuso todo de tal manera que José y tú estuviesen allí el día del
nacimiento, pero ¿Qué tiene que ver esto
con mis días de Adviento?
- Mucho, hija, tiene mucho que ver… Quiero
mostrarte la importancia que tiene tu decisión, tu profundo deseo de hacer la
Voluntad de Dios… siempre que este profundo y sincero deseo se halle en tu
corazón, siempre habrá un "César
Augusto" que te empuje hacia donde debas estar, sabiéndolo él o no…. El
Señor se ha de valer de las circunstancias ordinarias de tu vida para acercarte
a Él, si tú se lo pides… El volver de tu alma hasta estos días ha de ser una meditación
serena, tranquila… ha de ser una súplica a Dios para que tu corazón no se
cierre a Su llegada, ha de ser un pedido sereno y firme de limpiar tu corazón
de todas las cosas inútiles, pesadas y malolientes que a veces, sabiéndolo o
no, guardas allí… en medio de tanta cosa ¿Dónde hallará su lugar mi Hijo?... Si
tú me lo pides, he de alcanzarte la gracia que necesitas… hasta la gracia de
desearlo….
- ¿La gracia de desearlo? ¿Hasta eso Madre?
- Si hija, si tu ni siquiera puedes desear
plenamente ese "orden del corazón" que es tan necesario, y me lo
cuentas, pues, te iré alcanzando la gracia que necesitas para que ese deseo
tenga fuertes raíces en ti…
- Oh, Reina y Madre de la Misericordia….
Cuan generosa eres, cuanto nos amas, que no escatimas medio para conducirnos a
tu Hijo…. Si, hoy y todos los días de mi vida, te pido la gracia de tener este
deseo de limpiar mi corazón… y cuando no esté en el sitio que deba, pues, algún "César Augusto" me
llevará adonde deba, si también me asistes con la gracia de la obediencia….
Gracias Madre, por este momento que me
dedicas…. Gracias… Sé que vendrás conmigo en los caminos del Adviento, sé que
me esperas en la Nochebuena, junto a Jesús, en la Eucaristía…. Te pido que
cuando llegue ese momento, pueda acercarme al Maestro con el corazón libre de cosas inútiles, de
sentimientos que lastiman y pesan, de recuerdos que amargan y opacan…. Y
cantaremos juntas, María "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz
a los hombres….."
Cada Navidad es un volver del alma a esos
días gloriosos… cada Navidad es un volver sobre mi corazón para hacer de él una
cuna para Jesús, en una habitación limpia y ventilada, libre de cosas inútiles
que opacan el brillo del cielo de Nochebuena….
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra
en mi cuarto libro
"Madre, en tu Corazón")
Que bonito..tu relato me hace sentirme al lado de nuestra Madre...gracias Susana.. La Su de Maria..gracias..Marialuiza Chavez
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