El mundo de Bartimeo
sólo
tinieblas tenía
y
clamaba limosna
a
quien ni siquiera veía.
Rumor
de pasos y voces
en sus
oídos crecía
se
acercaba mucha gente
y él
no comprendía.
A la
vera del camino,
a un
costado de la vida,
Bartimeo
no sabía
Quién
era el que venía.
Entonces
una voz cierta,
como
el sol de mediodía,
le
dijo:” ¡Grita, Bartimeo,
el
mayor grito de tu vida!
viene
Jesús, el Nazareno,
la
profecía cumplida”.
Y sin
saber Bartimeo
que
era la voz de María,
gritó
fuerte y claro
el
mejor grito de su vida.
“¡Jesús,
Hijo de David,
apiádate
de mí!”
el
ciego suplicaba,
Jesús
se detuvo allí.
“¿Qué quieres que haga por ti?”
oyó
Bartimeo asombrado,
¡Oh
voces celestiales
las
que le habían hablado!
“Ver,
Maestro, ver”
fue un
sollozo ahogado,
“Pues
vé, Bartimeo,
tu fe
te ha salvado”.
Y ese
grito sigue siendo
puerta
de tantos milagros
y que
mejor que gritarlo,
María,
bajo tu manto.
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
Muchas gracias
ResponderEliminarBellísimo!!!!!
ResponderEliminarMuy lindo comentario, Susana....me gustó mucho. Dios le ha dado el talento de la poesía y narración. Siga poniéndolo al servicio de Dios y de sus hermanos.Le mando mi bendición sacerdotal.
ResponderEliminar