El viento, en San Vicente,
tiene una extraña tonada,
cadencia de solitarios pasos,
crujir de canasta cansada.
Llega puntual a la cita,
remolinos para su dama,
frente a Santa Margarita,
aguarda cada mañana.
Más, ya no se abre la puerta,
no cruje ya la canasta,
su dama de negro velo,
en la Capilla descansa.
Parte, solitario y lento,
ritual de cada mañana,
de San Vicente al centro,
por conservar sus pisadas.
Repetida ceremonia,
canción de hojas y viento,
para que no se olvide Córdoba,
que hay huellas de santidad,
de San Vicente al centro.
remolinos para su dama,
frente a Santa Margarita,
aguarda cada mañana.
Más, ya no se abre la puerta,
no cruje ya la canasta,
su dama de negro velo,
en la Capilla descansa.
Parte, solitario y lento,
ritual de cada mañana,
de San Vicente al centro,
por conservar sus pisadas.
Repetida ceremonia,
canción de hojas y viento,
para que no se olvide Córdoba,
que hay huellas de santidad,
de San Vicente al centro.
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
Esta poesía la escribí
hace muchos años
y se halla publicada,
desde entonces,
en
www.autorescatolicos.org)
Felicidades, Susana...linda poesía. Dios la bendiga
ResponderEliminarHermosa tu poesía
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