lunes, 25 de agosto de 2014

María y la inmensa profundidad del Cáliz

   ¡Qué profundo, Madre mía, es el misterio de la Misa!... Sólo desde la fe puedo reconocerlo. No es algo lejano e inalcanzable, sino cercano, repetido en cada Eucaristía… ¿A cuántas Misas asistí en mi vida? Imposible la cuenta y, sin embargo, aun tengo tanto por descubrir, por reconocer, por entender…
    - Y por disfrutar…- susurras a mi corazón como para que el gozo del alma sea completo…
   - ¿Disfrutar, Madre? Bueno, sí, es hermoso saber que Jesús está tan cerca, pero tus palabras van más lejos ¿verdad?...
   - Por cierto, hija, el descubrir, el reconocer y el entender, en la medida de tu capacidad, es incompleto si no te lleva a disfrutar, en lo más profundo de tu alma, el grandísimo acto de amor de Jesús en cada Eucaristía.
   - Llévame, Madre, de tu mano, a recorrer cada palabra, cada gesto que esconde, a los ojos del cuerpo, tan sublime milagro…
   Y pongo mi corazón en el Tuyo y te pido la gracia, si, la gracia de vivir este momento con la mayor intensidad que me sea posible… la gracia, Madre, porque sin la gracia es imposible, sin la gracia son vanos mis esfuerzos y pobres los resultados…. Y la gracia se da a quien la pide… por eso, en esta Misa, te suplico la gracia de disfrutar en mi alma el milagro del Amor…
   Y llega el tiempo de la Consagración y, por un momento, hasta el tiempo transcurre lento para reverenciar, a cada instante, a su Creador…
   El sacerdote toma entre sus manos el Cáliz… pronuncia las palabras santas… “Tomen y beban todos de él, porque éste es el Cáliz de mi Sangre…..” y  el vino ya no es vino sino tu Preciosísima Sangre, Jesús mío…
   Y tus palabras, María, le dan luz al alma para que entienda un poco más y pueda empezar a disfrutar…
  - ¡Es tan profundo el misterio que encierra este pequeño Copón! Contiene en sí al Dios de la vida. Tú no puedes penetrar con tus ojos las paredes del Cáliz, pero tu fe te dice que allí está Jesús
   Y por un instante, Madre, me llevas a Nazareth… el mismo milagro y tu vientre como Sagrario Perfecto.
  El sacerdote sostiene entre sus manos la Hostia y el Cáliz. Sólo Dios puede realizar tan grande prodigio, quedarse bajo la apariencia de pan y vino y dejarse sostener por manos humanas… y el Cáliz me sigue pareciendo inmenso, profundísimo, como vedando a mis ojos los más profundos secretos… Cáliz que contienes a tu Creador, Cáliz portador de secretos que no soy digna de conocer… Cáliz que eres promesa de amor cumplida, Cáliz bendito…
   Y empiezo, lentamente, a comprender lo que significa “disfrutar” de la Eucaristía… Tan grande milagro y ni un solo signo externo, tan grande milagro y estoy aquí, para verlo con la fe si he pedido antes la gracia, para disfrutarlo en mi alma sabiendo que Jesús está allí y hasta pareciera que el recinto ha quedado vacío y solo somos Jesús y yo…
   Y, sin notarlo casi, me veo acompañándote, María, al momento de la Ascensión, escuchando a Jesús: “ Y miren que Yo con vosotros estoy, todos los días, hasta la consumación del siglo” (Mt 28,20)
   Y las palabras de Jesús resuenan, nítidas, en mi corazón “ con vosotros, todos los días, hasta el fin…”
   - Al decir “con vosotros”, te incluye- dices, María, como para que no me sienta lejana- “con ustedes” es también contigo
   - También conmigo- y se me llena de asombro y alegría el alma al sentirme particularmente incluida en la promesa de Jesús…
   Se acerca el momento de la Comunión y, aun en tu Corazón, Madre, te pido la gracia de disfrutar, en mi alma, el milagro que se aproxima: Dios entrando a mí, Dios tornado en pan para el hambre de mi alma, que no puede saciarse con las cosas del mundo…
   Cerquísima ya del altar, las palabras de Maestro me invitan al abrazo, a la confianza… “contigo, todos los días, hasta el fin del mundo…” Que recibirlo no sea, Madre, un acto repetido, conocido y hasta casi mecánico… que sea un abrazo verdadero entre Jesús y yo… alcánzame la gracia, oh Mediadora de todas las gracias, de comprender, en lo que mi pobre capacidad pueda, que Dios Todopoderoso, Eterno, infinitamente Santo se coloca frente a mí, dejándose sostener por el sacerdote, mientras me repite: “Aquí estoy, contigo, como cada día, hasta tu último día”
   El Cáliz brilla en el altar y una niña dice “parece un tesoro”
   - De la boca de los niños brotará la alabanza- me recuerdas, Madre, para que no olvide que el Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere….
   Un tesoro escondido….
   - ¿Éste es también el tesoro del que habla Jesús?
   -  Hija, hablaremos de esto más tarde, ahora ve, que los brazos de mi Hijo se extienden hacia ti, en la Eucaristía….

   Y vuelvo a mi banco… y me traes en tu Corazón, Madre, y te encuentras con Jesús que está entrando al mío … y susurras “Contigo, hija, está contigo, como todos los días, hasta tu último día”
María Susana Ratero


NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.”

miércoles, 23 de julio de 2014

AUDIOS de mis relatos para DESCARGAR

AUDIOS DE MIS RELATOS para descargar.
Esta idea nació hace varios años, cuando conocí a Cristian, un hermano no vidente, y sentí que yo podía leerle mis escritos.... pasado el tiempo, espero le sirvan a aquellos que no pueden leer o no tienen quien les lea. Descargar los audios es GRATIS, solo pido a quien lo haga, una oración por las Benditas Almas del Purgatorio
001. Desde las pequeñas cosas (es el mismo que aparece con el nombre "De paseo con María Santísima" en  "Mis encuentros con María")Descargar
002- El Angel Gabriel y la Inmaculada (del libro "Mis encuentros con María")Descargar
003- Con María, recordando la Anunciación (del libro "Mis encuentros con María")Descargar
004- Secreto de María, secreto de mujer (del libro "Mis encuentros con María")Descargar
005- El primer dolor de María y José ( del libro "Mis encuentros con María")Descargar
006- Hacia la Profecía (del libro "Mis encuentros con María")Descargar
007- Con María, caminando hacia Belén (es el mismo que "Con María, hacia mi propia Navidad" de "Mis encuentros con María")Descargar
008- De cara al mundo (del libro "Mis encuentros con María)Descargar
009- Anuncios dolorosos (del libro "Mis encuentros con María")Descargar
010- Con María y un doloroso anuncio de la Pasión (del libro "Mis encuentros con María)descargar
011- Con María, en Domingo de Ramos (del libro "Mis encuentros con María)Descargar
012- Con María, camino del Calvario (del libro "Mis encuentros con María)Descargar
013- Con María, recordando la Ascensión (del libro "Mis encuentros con María)Descargar
014- Con María, esperando Pentecostés (del libro "Mis encuentros con María")Descargar






viernes, 18 de julio de 2014

Mis Libros, para DESCARGAR GRATIS

18 de julio de 2014:
A vos, que has llegado hasta mi blog, te ofrezco, de corazón, mis libros...
La descarga es gratuita, solo te pido, por caridad, que ofrezcas diez Misas por las Almas del Purgatorio.
Si no puedes dar una limosna por la Misa, alcanza que las ofrezcas en tu corazón.

                          Este es el primero de mis libros "Mis encuentros con María"
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y esta es la tapa del libro:
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                                  Mi segundo libro es "Palabras... bajo el manto de María"
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y esta es la tapa del libro:
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                                       Mi tercer libro es "Con María, multiplicando migas"
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y esta es la tapa del libro:
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    Y hoy, 08 de julio de 2015,  te presento el libro
que está impreso desde diciembre de 2014:

                                     Mi cuarto libro "Madre, en tu Corazón..."  el cual tiene decreto de                                                                              "imprimatur" de Mons Hector Aguer, Arzobispo de La Plata
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y esta es la tapa del libro:
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sábado, 25 de mayo de 2013

Maria y la oveja perdida







María y la oveja perdida

Hace tiempo vi un pequeño cuadro del Buen Pastor y algo en él me llamo la atención. Junto al pastor había una oveja más grande que las demás. Era parte del rebaño pero distinta. Podía leerse en sus mansos ojos una súplica al Pastor, por una oveja que se había apartado del rebaño y se perdía en caminos sinuosos.

Esta mañana, mientras leo la parábola de la oveja descarriada, me llego hasta tu Corazón, Madre Santísima, para que me expliques esos detalles de amor que esconde la Palabra….

Y te acercas a mi alma, en la fresca brisa de esta mañana, a la sombra de los árboles de mi patio.

- Las ovejas, hija, las ovejas y el Pastor… Por cierto, no es un Pastor común, es El Pastor por excelencia. Yo he sentido en mí los cuidados y delicadezas de este Pastor. Desde Nazareth, donde mi alma queda extasiada de gozo porque “ en mí obró grandezas el Poderoso” (Lc 1,49)… Tú también puedes disfrutar de los cuidados y atenciones de este Pastor, tal como te lo asegura en la Parábola.

- Oh Madre!, ¿Puedes guiarme para sacar de esta lectura el mayor fruto para mi alma?

- Con gusto hija. Ven, vamos con el Pastor y su rebaño.

Y con mi corazón en el Tuyo nos vamos al desierto, por donde viene caminando el Pastor con sus ovejas.

- Mira, hija, como las cuida. Las llama por su nombre y ellas reconocen su voz; lo siguen, sabiendo que, aún en medio del desierto, con tal Pastor, no pasaran hambre ni sed.

Cuando Pastor y rebaño están cerca nuestro, me aconsejas:

- Fíjate que una se ha descarriado, se ha alejado y hasta cree que ya no puede regresar. Se siente perdida… Recuerda y gusta ahora las palabras de la Escritura “…Que hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle?"

Me tomas, Madre, de la mano y me conduces, delicada y pacientemente, hasta muy cerca de la oveja perdida.

- Mírala con tu corazón, hija, creo que la conoces…

Al acercarme a aquel sitio escarpado y de difícil acceso, esperando ver un pobre animal asustado, me encuentro Oh Dios!!! ¡¡¡Conmigo!!!. Me veo a mí misma, perdida tantas veces en tantos caminos mal elegidos, en tantas opciones equivocadas, en tanto olvido…

Entonces me abrazas, porque sabes que de mis labios no puede salir ni una palabra, pues tengo un nudo en la garganta…. Un llanto contenido que mezcla antiguas penas y profundos agradecimientos…..

- Ay Madre! ¡¡¡Cuántas veces me perdí! ¡Cuántas veces me sentí sin caminos y hasta sin fuerzas para volver al rebaño!

Entonces descubro, con inmensa alegría que, cada vez que me sentí perdida, nunca se apartó de mis labios el Avemaría… y hasta hubo una vez, en que la pena era tan honda y no había camino posible, a los ojos humanos, que desde el fondo de mi alma mi oración fue un profundo y silencioso grito:¡¡¡Hacé algo, por piedad, hacé algo!!!!!!....¡Cuántos recuerdos! Cuánto camino recorrido, cuantas esperas entre espinas….

Sin dejar de abrazarme, repites para mí las Palabras Santas:” Para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle”

- Escucha hija: “ir tras”, o sea que el Pastor ya sabía dónde ir a buscarla. Y sólo el Pastor puede “ir tras” la oveja, porque los caminos son sinuosos, difíciles… ninguna otra oveja puede ir a rescatarla, solo el Pastor.

- ¿Por qué sólo el Pastor, Madre? ¿Por qué solo Él puede recatarla y no otra de las ovejas del rebaño?

- Porque el territorio donde está perdida, hija, es su corazón, solo Jesús puede entrar en él, aliviar heridas, curar desilusiones, acortar esperas….

En el silencio asombrado de mi alma me veo tantas veces socorrida, como si nombrarte, Madrecita, haya sido el grito de auxilio que traspasó todas las distancias, todos los abismos, todos los dolores…

Recuerdo el cuadro del Buen Pastor, esa oveja grande pintada junto a Él… ¡Eras tú Madrecita! ¡Tú que escuchabas mi voz, mi súplica, mi llanto! ¡Tú te acercaste al Pastor y suplicaste por mí! ¡Gracias, Madre, gracias!!!

Arropada bajo tu manto, sigo escuchando tu sabia enseñanza…

- “Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa convoca a amigos y vecinos y les dice “Alegraos conmigo, porque halle mi oveja, la que andaba perdida”

Ya se escuchan los pasos del Maestro que me ha hallado y viene por mí, pobre oveja enredada entre espinas… y los pasos del Maestro son pasos conocidos… tienen el sonido de tantas absoluciones recibidas en la Confesión, de tantos “El Cuerpo de Cristo” escuchado al recibirle en la Eucaristía… el eco de tantos buenos hermanos acercándome una palabra, un abrazo, un corazón que me escuchó y me contuvo… ¡Cuantas veces el Maestro me puso sobre sus hombros!¡¡¡Cuántas!!!!

- Hija- continúas, para que no pierda ni una sola enseñanza- que no te pasen desapercibidas las dos palabritas siguientes…”la pone sobre sus hombros MUY GOZOSO” .Este detalle de infinita misericordia es el que has de recordar, confiada. Cuando Él te ha hallado, su Corazón ha sentido una enorme alegría, alegría que se ha extendido por todo el Cielo. Algunas veces ha esperado largo tiempo a tu lado, hasta que tú quisiste o pudiste estirar tus brazos hacia Él. Jesús es paciente, hija y la inmensidad de su Paciencia es tan insondable como su Misericordia.

Que enorme paz ha sentido mi alma cada vez que el Maestro me llevó en sus hombros. Una paz profunda, gozosa, infinita, una paz que nada en este mundo puede darme.

- Aún falta otro detalle. Si lo buscas, lo descubrirás-Y repites para mí: “Alegraos conmigo, porque halle mi oveja, la que estaba perdida

- Mi oveja… mi oveja- repito mientras las palabras me van mostrando sus profundos secretos de amor.

- Así es, querida mía, cuando el Maestro dice “mi oveja” no dice “cualquier oveja”, sino “mi oveja”, porque le perteneces. Por filiación divina eres hija de Dios, por el Bautismo. “Mi oveja, la que andaba perdida”. Su gran Misericordia no tiene en cuenta los motivos por los que te habías perdido… no hay reproches, hay amor, un amor tan grande que el encontrarte ha llenado de gozo Su Corazón. … Recuerda estas palabras, hija, cuando sientas que te alejas del Pastor… recuerda también que por lejos que estés, escucharé tu oración de súplica y se la acercaré a mi Hijo, para que vaya “tras de ti”. Recuérdala, no sólo cuando tú te hayas perdido, sino también cuando veas alejarse del Pastor a aquellos que amas, a los que conoces y a los que no amas también… Tú no puedes caminar tras ellos, porque a la profundidad de su alma solo el Buen Pastor puede llegar, esperar con paciencia infinita y, en los tiempos y modos de Él (no en los tuyos) abrazar y cargar a salvo en sus hombros a esas ovejas por las que tú le has suplicado… Suplica para ellas la gracia del perfecto arrepentimiento y deja en manos del Pastor los tiempos y las circunstancias….

Me colocas amorosamente sobre los hombros del Buen Pastor y, como despedida, lees para mí el final de la Parábola ”Así os digo habrá gozo en el Cielo, más por un solo pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”…

Jesús me carga sobre sí y me devuelve al rebaño. Tú estás junto a Él y le hablas de tantas otras ovejas que necesitan su abrazo, les presentas las oraciones que, de ellas o por ellas, has recibido.

Madre, que jamás desoyes a tus hijos, te pido la gracia de que nunca falte en mis labios un Avemaría por mí, por cada uno de mis hermanos, en la plena confianza de que el Buen Pastor te ha de escuchar y llegará a cada corazón en sus tiempos, en sus circunstancias, para Gozo perfecto de Su Corazón y de todo el Cielo.



Amigo mío, amiga mía…. que quizás sientas que andas por caminos sinuosos y con espinas…o quizás veas por estos caminos a aquellos que amas…. No apartes jamás de tu corazón el Avemaría, en la total confianza de que tu Madre hará llegar tus súplicas al Pastor…

María Susana Ratero

NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.”



lunes, 1 de octubre de 2012

María y la tentación en el desierto



María y la tentación en el desierto

   Madre, hoy siento que mi alma está tan desierta como esta hoja de papel que tengo frente a mí. Trato de escribir una meditación sobre el desierto…. Intentando sacar una enseñanza  de las tentaciones de Jesús luego de su Bautismo (Mt 4,1-11).
   Me llego hasta tu Inmaculado Corazón buscando una respuesta, un camino… Que difícil, Madre, resulta para mi alma hallar caminos en medio del desierto. Ese paisaje monótono y desolado, a veces insípido y otras… otras amargo.
   Lo único más cierto y cercano en esta desolación del alma es Tu Corazón… y en Él me refugio, para que el cegador viento de mi desierto no me haga perder el rumbo.
   Así me voy, de Tu Mano, al día en que Jesús “fue conducido al desierto por el Espíritu”… y me quedo, esperando tus palabras, tu mirada… tu abrazo…
-          Hija mía- susurras en silencio, porque hasta del silencio te sirves para guiarme-  lee con atención, medita cada palabra de este pasaje: “Jesús fue conducido” No fue por Él mismo ni se encontró de pronto y por azar en el desierto, sino que “fue conducido” ¿comprendes? ¿puedes ver camino y respuesta en estas palabras?
Con gran pena en el alma te respondo:
-          Pues… en verdad, no. ¡Ay perdóname Madre! Tú eres muy clara en explicar, pero yo ¡soy tan lenta en entender!
 Tu infinita paciencia no se inmuta sino que, generosa, se despliega ante mí para mostrarme exquisitos tesoros.
-          Hija, el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto, pero no lo dejo allí tirado y solo. Le condujo y le acompañó, era uno con Él, aunque distinto. De semejante modo actúa el Espíritu contigo. Te conduce al desierto… Al verte tú en tan desolado sitio no has de pensar que eres olvidada de Dios ¡Nada más lejos de eso! El desierto del alma, luego del fervor de la devoción, es prueba segura de que eres conducida por el Espíritu. Jesús, luego de ser bautizado oyó la voz de su Padre que, desde el cielo, decía:” Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco”…  Aquí ves un gozo perfecto del alma seguido por el desierto… y el desierto es puerta, es comienzo, es prueba… Jesús no fue dejado solo, aunque estuvo solo. No fue dejado sin armas porque habría de enfrentar una batalla, no fue dejado sin fuerzas, aunque el hambre se le abalanzó luego de un largo ayuno…
-          Oh Madre! Cuánta Sabiduría hay en tus palabras, cuánto me enseñas sobre este tiempo de Jesús en la Tierra… más… aún no comprendo en que se asemeja el desierto de Jesús a mi desierto, a esta sequedad profunda del alma, que no sacia su sed por más que beba, que no haya consuelos ni caminos.
 Me abrazas un rato, me calmas… casi que me acunas el alma… y dices:
-          Tu alma ha recorrido un largo camino. Tiempos de gozo profundo y alegría perfecta en el corazón de Cristo. Tiempos, luego, de dolor, de soledad, de angustia. Aún durante ese tiempo has tenido serenas alegrías en el alma que mitigaban el dolor y te fortalecían para enfrentarlo. Ahora la intensidad del dolor ha cesado y también siente tu alma que han cesado los consuelos.  Aunque agradecida por los bálsamos que aliviaron el dolor, te sientes como perdida por la profundidad del silencio… por la sequedad interior que te asombra y te desarma. Esto, hija, es el desierto al que te ha traído el Espíritu.
-          ¿Y para qué?- te pregunto con las pocas fuerzas que quedan después del largo ayuno del alma.
-          Buena pregunta. No es “porqué” sino “para qué”. Para que aprendas que, frente a las diversas tentaciones que sufre el alma, porque es en el desierto donde es más tentada, debes imitar a Jesús. Pues es en Su imitación donde hallas el camino hacia la santidad, la cual, es tu verdadero destino. Imitar a Jesús en el desierto es aprender y conocer su enseñanza, su consejo, su vida.  Allí encontrarás todas y cada una de las armas que has de emplear para salir victoriosa de cada tentación. Por ello, hija, no ha de entristecerse ni desanimarse tu alma frente a las tentaciones. Nada de eso, sino que ha de recurrir prestamente a la oración. No ha de importarte, hija, si hallas o no consuelo y gusto en ella. La oración es, para tu alma, lo que para el guerrero su armadura. Cimentada tu alma en la oración y alimentada por los Santos Sacramentos, Confesión y Eucaristía, sentirás como, lentamente, vas hallando caminos para alejarte de la tentación… o fuerzas para resistirla sin entrar en diálogo con ella… sentirás que no luchas sola la batalla, sino que Alguien superior a ti potencia las armas y te las alcanza, una a una, a su tiempo…
  Recuesto mi cabeza en tu pecho y me abrazas, con ese abrazo maternal que tanto alivia el alma, ese abrazo que está al alcance de cada hijo tuyo, porque nadie se siente huérfano luego de saber que te tiene como Madre…
  Continúas…
-          Mi querida, como te decía, el desierto no es abandono de Dios para contigo… es purificación del alma. Nunca estarás sola en este trance difícil, siempre estaré contigo. Aunque no lo percibas, aunque creas que me he alejado, aunque mi voz no te llegue por el fuerte silbido de los vientos que agitan tu alma. Que mi Corazón sea tu refugio, hijita. Que en Mi Corazón halles la calma y la serenidad que el mundo o las circunstancias no pueden darte. Te ofrezco mi Inmaculado Corazón como perfecto refugio, donde hallaras abrigo y alimento… desde donde podrás ver los caminos que tu alma necesita. Te ofrezco mi Corazón, hija, hasta que pase el temporal. Aunque afuera arrecie el viento, si te refugias en Mi Corazón podrás soportarlo. Quédate en él, mi querida hija, quédate en él todo el tiempo. Tu alma escuchará, entonces, como en Cana de Galilea:” Haz todo lo que Él te diga”. Al final de tu camino, si permaneces en mi Corazón, hallarás esa puertecita por la que entrar al más preciado vergel, al paraíso desde el cual todo desierto te resultará lejano…. Hallarás, desde Mi Corazón, el Corazón de Cristo…
 En el silencioso amanecer de este domingo, siento una serena alegría… el sencillo gozo que siente el alma que se encuentra contigo.  Con una paz profunda, una paz que parecía tan lejana, te susurro:
-          Gracias, Mamita, gracias… por no dejarme sola en ningún desierto, en ningún tiempo, en ningún dolor, gracias…
  Y vuelvo a repetirte la jaculatoria de mi Instituto:
  “Madre, en Tu Corazón, nuestros corazones, todo lo que estamos haciendo y nos pasa”


   Hermana mía, hermano mío que quizás, estás caminando, como yo, por el desierto… no olvides que, aunque arrecie la tempestad, siempre tienes a mano el más seguro de los refugios: El Corazón de Tu Madre.

María Susana Ratero
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón  por el amor que siento por Ella.”


  

miércoles, 22 de febrero de 2012

María y la morada de Jesús…. (Juan 1,35-39)

  

 Después de haber escuchado la lectura de la Misa, en la que dos discípulos de Juan Bautista se acercan a Jesús para seguirle, me he quedado meditando en las circunstancias de lo ocurrido….
  Le preguntan ¿Dónde moras? y a la invitación del Maestro “vengan y lo verán” ellos responden siguiéndole “fueron pues y, viendo donde vivía, se quedaron con El”…
   Este detalle, de que recién  después de “ver  donde vivía” deciden quedarse con El, me ha llegado al alma, pues se que al llegar a la casa de Jesús, te hallaron, Madre….
   Hace varios días que esta escena da vueltas en mi corazón y aunque mucho te he preguntado acerca de ella, no he llegado a encontrar respuesta…. Segura de que sacaras de mi pedido el mejor fruto, te digo en oración: “Madre, si tu quieres que escriba acerca de esto, pues asísteme, porque yo no veo más que asombro de mi parte ante la belleza de la escena, pero no puedo traerla a mi propia vida, a mi deseo de servirte…”
   Y, como siempre, no te haces esperar… en un claro de la tarde mientras miro la arboleda del patio de mi casa, me invitas a vivir contigo ese momento…
   Mi corazón se trepa al tuyo y te sigo, en la plena confianza de que hallare respuesta…
   Me conduces al lugar donde estás viviendo con Jesús, al que pronto llegará con sus discípulos…
   Es un lugar sencillo y sin nada de lujos, pero se respira en él una paz infinita. Todo allí está en orden y se nota tu trabajo, María…
   Cuando llegamos te apresuras a atenderme como la más distinguida de tus huéspedes…
-          ¿Cómo estas hoy hija?, cuéntame- me dices porque quieres que aprenda a escucharme y discernir entre el camino que lleva a tu Hijo y los otros….
-          Pues, no dejando nunca de pedirte me alcances la serenidad del alma, esa paz profunda aun en medio de las tormentas, esa paz que me hace ver el faro y el camino aun en medio de la borrasca, para que ésta no me trague… Gracias por escuchar mi oración de estos días, pues sabes que esta escena en la vida de Jesús me ha llegado mucho, pero no logro hallar manera de sacar de ella frutos para mi vida y la de mis hermanos….
   Mientras me sirves delicadamente algo para comer y beber, me siento casi en el Paraíso… me tratas con tanta dulzura, me escuchas, me enseñas, me consuelas, me muestras caminos… jamás me dejas sola….
   En tanto disfrutamos juntas de los alimentos, que tienen un inequívoco sabor a ti, se escuchan las voces de Jesús y los dos futuros apóstoles…
-          Madre, allí vienen, ¿Qué hago?
-          Pues nada hija, tú sigue allí, que ellos no te verán, este es un viaje del corazón…
   Confiando plenamente en tus consejos no me muevo de mi sitio. Jesús hace su entrada y siento que me tiembla el alma ante su belleza, serenidad y la fuerza de su presencia… dos hombres lo siguen.
-          ¿Ven? Esta es mi morada por estos días….- les dice el Maestro al entrar
   Los hombres se quedan mirando el sencillo lugar y, como no podía ser de otra manera, reparan en tu presencia silenciosa, María. Ven en este sitio mucho más que paredes y algunos muebles, ven un hogar seguro, un sitio donde saben podrán encontrar respuesta a todas las preguntas de su alma.
   Te apresuras  a atenderlos, María y les sirves algo de comer y beber. Ellos aceptan gustosos y disfrutan, junto a Jesús, del pequeño refrigerio. Se sienten atendidos y contenidos. Tu mirada y tu cariño les llega al alma. Jesús les empieza a hablar y ellos le escuchan con gran atención. El momento es tan fuerte para ellos…  la Eterna Sabiduría les muestra caminos y se brinda a ellos, dentro de un pequeño recinto, ordenado y fresco, siempre con sitio para quien quisiera ir. Con una mujer de exquisita prudencia y mirada de cielo, no por el color de sus ojos, sino por lo que estos dejan en el ama que se zambulle en ellos…. Así pues, luego de ver donde el Maestro vivía, los hombres toman la decisión….
-          Maestro, nos quedaremos contigo….
   Es como si ver el lugar hubiera sido el paso que necesitaban para seguirlo... y al llegar y ver en ese sitio a María ya no tuvieron dudas... porque cuando el alma se encuentra con María y siente su paz y ve que esa paz viene de Dios, el alma ansia quedarse allí, para aprender de Ella a  conservar esa paz....
   Me miras Madrecita y me pides nos vayamos fuera. Te sigo. Nos alejamos un poco del lugar y me preguntas:
-          ¿Has hallado la respuesta que buscabas?
-          Yo… lo siento, Madre, pero no la he hallado. Fue hermosa la escena, lo que viví, lo que vi, pero no sé cómo llevarla ahora a mi vida diaria… Ayúdame Madre mía a sacar el mejor fruto de lo que me has mostrado….
-          Hija querida, tienes que ir y tratar de que esta escena se repita muchísimas veces….
-          ¿Esta escena? ¿Cómo Madre? Discúlpame, pero sigo sin comprender  ¡Ay Madre, gracias por tu gran paciencia para conmigo!
   Me miras con infinita dulzura, como miraste a los amigos de Jesús. Esa dulzura que es como abrazo cálido al alma….
-          Te explicare. Esos hombres oyeron hablar de Jesús. Estaban en búsqueda. Se le acercaron y le preguntaron donde vivía. Jesús les trajo y ellos ya no quisieron irse…. Esto mismo pasa cerca de ti muchas veces. Hay  personas que están en búsqueda,  que oyen hablar de Jesús y necesitan un lugar para ir a encontrarse con Él. Tu parroquia es un perfecto  lugar para ese encuentro, ya que desde el Sagrario, Jesús les mira entrar….¿ Recuerdas como te sentiste atendida y contenida al llegar a la casa hace un momento?
-          Si Madre, bien lo recuerdo, fue un remanso de paz para mi alma, salí de allí con mucha paz…
-          Bien hija, lo mismo ha de sucederle a quien te pregunte donde puede hallar a Jesús. Deberás mostrarle que vive en tu parroquia, (además de en cada corazón que le quiera recibir)… tu hermano te seguirá para ver. Tienes que asegurarte de que tendrá una cálida acogida, un saludo, un abrazo, una palabra, un lugar… Debe ser tal el recibimiento, no por lo pomposo, sino por lo lleno de amor, que este hermano que hoy pregunta por Jesús, decida “quedarse con Él” luego de visitar tu parroquia….La parroquia no es solo el párroco, sino todos los feligreses que asisten a Misa y hallan en ella un lugar donde hablar con Jesús…. Tú eres parte de la parroquia. ¿Qué haces para que los nuevos hermanos que llegan se sientan con la necesidad de “ya no seguir buscando, pues han encontrado su lugar”? ¿Cómo te relacionas con los miembros de tu parroquia para que todos hallen amor y amistad, palabras y silencios que les vayan ayudando a caminar su propio camino hacia mi Hijo?
Si ves un hermano que no conoces y está llorando al final de la Misa ¿Pasas de largo? ¿Le dices una palabra de le ayude a poner su confianza en Jesús? ¿Le abrazas, aunque más no sea, para que en el silencio de un abrazo de hermana, sienta que no está solo frente a su dolor? Si haces estas cosas, por pequeñas que sean, si las haces siempre, no solo cuando te queda cómodo, o fácil…  si las haces aún cuando andas apurada, pues una sonrisa y una palabra amable se dice en un pequeño momento ( ¿Qué tanto te urge en el exterior para dejar a un hermano solo con sus lágrimas, o con su soledad? ) Entonces la escena bíblica ha de repetirse más veces de las que imaginas…Piénsalo, hija, piénsalo y medítalo en tu corazón…
   Me quedo asombrada ante tus palabras. Es tan cierto lo que dices. Muchas veces pase de largo o salí apurada de la Misa saludando solo a algunos. ¡Cuánto debo aprender de ti, Madrecita! Cuánto debo aprender de tu actitud ante los discípulos de Jesús. Era una actitud serena y silenciosa, sin ostentaciones. Pero era una actitud de cariño y compañía, de presencia, de saber que allí “había alguien”. Si Jesús había salido, podían esperarlo junto a ti, en la plena seguridad de que, mientras estuvieran contigo, seguro iban a hallarle.
   Me llevo este tesoro de tu enseñanza listo para poner en práctica en la próxima Misa, y para contarlo a mis amigos y que  ellos también te imiten, así, nuestra parroquia no solo tendrá abiertas sus puestas, sino también su corazón…..o mejor dicho, sus brazos, porque si bien el corazón de la Parroquia es Jesús, nosotros, los feligreses, somos sus brazos para recibir, a quien viene, con un abrazo, somos su voz, para predicar Su Palabra, somos su mirada, para dar serenidad, somos sus pasos, para acompañar a otros por el camino….
-          Inténtalo, hija, te aseguro te sorprenderás. No te decepciones por lo que algunas veces sentirás como falta de respuesta en el hermano. A veces la pena es grande y no les deja escuchar, a veces los tiempos de uno y de otro son distintos. Pero tu siembra, siembra siempre en tu parroquia y fuera de ella… y no esperes la cosecha, porque toda semilla lleva su tempo de germinación… Te ofrezco mi compañía en esta tarea. Llámame con tu corazón cada vez que la hagas y yo pondré lo que a ti te falta….
-          Gracias Madre!!!! Inmensas gracias… si, bien dices, sola no podría, pero si tú me acompañas, entonces sí podre…. Una duda, Madre, ¿Cómo te llamo para que vengas lo más rápido posible?
-          Estoy a la corta distancia de un Avemaría….
-          Es cierto Madre, es cierto…. Un Avemaría para llamarte es como ir a refugiarse bajo tu manto y llegar, así, protegida, enseñada y cuidada…. Sé que te llamare muchísimas veces… sé que en cada llamada estarás  conmigo….
   Volvemos a la arboleda del patio de mi casa, me quedo con el alma llena de asombro, gozo y muchas ansias de poner en práctica tu sencilla pero profunda enseñanza….


   Hermano, hermana, que has venido conmigo en este viaje al Corazón de María… Ella cuenta con tus brazos, con tus palabras, con tus pasos, para recibir y acompañar a cada hermano que llega…cuenta contigo y con cada miembro de tu parroquia, ya sea que tenga cargos en ella o sea un simple feligrés. Así, la escena bíblica se repetirá tantas veces como corazones generosos estén dispuestos a ser canal del amor de María por sus hijos, que no es otra cosa, que el amor de Jesús por cada uno de nosotros…

María Susana Ratero
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón  por el amor que siento por Ella.”

miércoles, 19 de octubre de 2011

Con María y la viña en mi alma

   Este domingo de octubre mi alma espera ansiosa el comienzo de la Santa Misa. Sé, porque lo he vivido muchas veces, que saldré alimentada, no sólo por la visita de Jesús, que vendrá a mí en la Eucaristía, sino también por la Santa Palabra…. La palabra de Dios, se me acerca en la primera parte de la Misa, mostrándome caminos y luego en la Eucaristía, dándome la fuerza y la perseverancia para caminarlos.
   La lectura de hoy nos habla del dueño de casa que planto una viña (Mt 21,33  Is 5,1), la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre…
  Escucho, con la mirada y el corazón fijos en tu imagen de la Inmaculada Concepción. Tengo la plena seguridad de que, estando en Tu Corazón no solo entenderé mejor, sino que podre llevar la Palabra a mi día a día…
   - ¿Escuchas?- me sorprendes amorosamente- están hablando de ti…
   - ¿De mí, Madre? Pero…. Si hablan de una viña ¿Qué tiene que ver una viña conmigo?
   - Escucha con atención…- y por un delicado regalo tuyo la Palabra vuelve a repetirse en mi alma, como si se hubiera quedado en espera, entre las paredes del Templo y, a una orden tuya, vuelan prontas a mi corazón….
   - Por caridad, explícame, Madre, que no entiendo…
   - Hija mía, tu alma, el alma de cada amado hijo es la tierra donde el dueño planto su amada viña…
   Me tomas de la mano y susurras:
   - Ven, que te muestro
   Y me enseñas a caminar hacia el interior de mi alma y, para mi asombro, hay allí una viña…
  - Madre ¡Que maltrecha está! ¿Qué le ha pasado?
  - Repasemos juntas la Escritura, hija mía… “El dueño de casa plantó una viña” o sea, esto que ves, ha sido plantado por Dios el día de tu bautismo….
   Haces un pequeño silencio para que pueda ir yo asimilando, paso a paso… hasta estos exquisitos detalles tienes para conmigo
   - Continuemos, hija- y las paredes del Templo, a tu orden, repiten la siguiente frase: “la rodeó de una cerca” -¿Ves la cerca en tu alma, hija?
     Comienzo a ver una cerca con varios postes derribados…. Más, en las partes sanas, puedo observar que han quedado, en el  exterior, muchos dolores y penas, muchas envidias y pasiones desordenadas que no pudieron entrar a la viña y, como ave de rapiña, arrasar con cuanto hallaren a su paso….
   Veo, en cambio, en las partes derribadas, que las plantas del interior de la viña fueron casi despedazadas
   - ¿Qué ha ocurrido, Madre? ¿Por qué este desastre en la viña de mi alma?
   - Porque no has mantenido sana la cerca… Se ha debilitado y los intrusos espirituales la pasaron sin mayor esfuerzo… y…ya ves los resultados…
   - ¿Intrusos espirituales, Madre? ¿Qué es eso?
   - Son todas las tentaciones, hábilmente disfrazadas, que se presentaron en el exterior de la cerca… Al ver su debilidad, entraron… al cruzarla, perdieron su disfraz, y puedes ver ahora sus rostros y sus obras…
   -¡Qué enorme pena, Madre querida! ¡Qué tremendo desastre! Y ni siquiera sé como ha ocurrido…
   - ¿Segura que no lo sabes hija? Mira cada planta, y al intruso que la ha dañado y recordarás…
   Me acerco lentamente a aquellos espacios de mi alma que aun duelen… y voy viendo mis errores, mis malas elecciones... Pero aun no comprendo como algunas pasaron y otras, en cambio, no pudieron saltar la cerca…
   - Aprende, hija, a conocer la cerca, así sabrás como cuidarla, como tornarla fuerte para que no entren más intrusos y la viña de tu alma pueda producir los frutos  que Su Dueño espera…
   La cerca… la cerca con que el Señor rodea mi viña…. La cerca es ¡mi fe! Sí, mi fe, esa fe que, como don precioso, puso el Señor en mi alma. Esa fe es la que me lleva a la oración… oración que es súplica y agradecimiento. Oración hecha en medio del dolor o del alivio. Oración tranquila y otras veces apurada. Oración unas veces meditada y otras… otras solo es nombrarte, Madre, nombrarte para que le lleves al Señor mi súplica porque el  alma  ya no tiene fuerzas para mas…
¡Veo ahora que mis momentos de oración perseverante me han protegido tanto! ¡De cuántas cosas me ha salvado esta cerca! ¡De cuánto me ha resguardado!
   En cambio, cuando he pensado que ya “he orado suficiente” y mi alma abandonó ese “estado de oración”  que la hacía nombrarte aún en silencio…aún en medio del diario trajín, los quehaceres, los apuros y el reloj que camina, a veces, demasiado rápido… Cuando el alma quiso “arreglarse sola” ¡¡¡Así le fue!!!
   Y te miro con infinito agradecimiento por enseñarme que hay una cerca en mi alma que debo mantener siempre firme y sana…
   - Hablemos ahora del lagar, que cavó en tu alma el dueño de la tierra…Cuando los frutos estén listos, irán al lagar, para ser apisonados y comenzar el proceso del vino…. Pero si los frutos buenos se mezclan con los amargos ¿Qué vino resultara?
   Veo, Madrecita, que mis buenos frutos han sido agriados por otros amargos…. De nada me ha valido complacerme en mis buenos frutos si no he cuidado de quitar los malos… si no he tratado de que todas las plantas de la viña den fruto bueno, no sólo para que el vino sea más abundante, sino para que sea de buena calidad….¿Cómo se hace eso, Madrecita?
   - Para eso el Señor plantó la torre de vigilancia…. Si alimentas la tierra con la frecuencia de los Santos Sacramentos, Confesión y Eucaristía, y mantienes la cerca fortalecida, el alma dará los frutos según la variedad de planta que tenga sembrada, es decir, según los dones que le hayan sido dados… por tanto, debes poner atención en tus dones y no andar comparándote con los de otros… cada uno ha de rendir cuenta por su propia viña…La torre de vigilancia te ayudara a ver más lejos, cuando los intrusos espirituales se estén acercando… no esperes a que golpeen la cerca, puede que hallen alguna fisura en ella y penetren…. Acostúmbrate a utilizar la torre… así, cuando los divises, la fuerza de tu oración  los hará retroceder…
   -¿Me podrías decir cuál es la torre en mi alma, Maria?
  - Con gusto pequeña…. La torre en tu alma es la dirección espiritual… ese contacto frecuente con tu sacerdote guía, que te permitirá discernir cual es la voluntad de Dios en tu vida… es ese mantenerte cobijada en el corazón de la Iglesia  que, como Madre y Maestra, te va guiando, enseñando, instruyendo, alimentando… así, desde esa santa torre, podrás ver los intrusos  espirituales cuando se vayan acercando… podrás fortalecer tu cerca para que no te seduzcan sus disfraces y así, proteger tu viña y sus frutos… Cuida tu viña, hija mía, mientras aún puedes hacerlo… un día ya no podrás… cuando llegue la última cosecha ya no podrás hacer más nada por tu viña
   - Explícame esto Madre….
   - En el último día de tu vida, cuando llegue tu hora, cuando seas llamada a la presencia del Padre, iras con tu viña tal como se halle en ese momento, ya no te será permitido restaurar ni su cerca, ni su torre ni sus plantas… Por eso es que debes mantener tu alma en estado de gracia… para eso tienes los Santos Sacramentos… utilízalos, son fruto del Amor del Padre por cada hijo… Tienes la oración, para suplicar las gracias que necesites y las virtudes que te falten… para suplicar la constancia y la paz… tienes los medios para mantener tu viña en buen estado… Aún cuando falles, cuando caigas, cuando no sepas o no puedas mantener la cerca en condiciones, aún allí tienes la oración para suplicar la Misericordia de Dios, que se derramará como lluvia generosa sobre tu viña y la hará florecer con frutos nuevos…

   Me quedo en silencio, meditando tus palabras… sé que me llevará tiempo comprender y seguramente volveré con más preguntas a tu Corazón…. Cerca y torre, preguntas y penas, plantas y frutos, amores y fe… y toda mi vida… todo junto en mi alma… y tu mano Madre, tu mano que se extiende generosa hasta mi corazón, para enseñarme a restaurar cercas, a trepar torres, a suplicar misericordia…. A caminar hacia tu Hijo… gracias Madre, gracias por enseñarme la profundidad de esos pocos renglones de la lectura… Aún tengo mucho que meditar, mucho que aprender… Sé que estas allí, esperando mis preguntas y ofreciéndome tus abrazos….

    La Misa ha terminado…. La plaza frente a la Catedral está inundada de exquisito perfume….quizás…. quizás es tu abrazo Madre, tu abrazo, perfecta labradora de viñas eternas….

María Susana Ratero
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón  por el amor que siento por Ella.”


domingo, 2 de octubre de 2011

María y los sembradores del alma

   - Madre, hoy necesito conversar contigo acerca de la parábola del sembrador- te digo mientras transcurre una mañana en la oficina….
   Y me quedo en espera… en espera de que se haga un momento del alma en que pueda escuchar tu respuesta….
    Y el momento llega, pues siempre llegan los momentos que te pido, Madrecita, para aprender y comprender mejor las enseñanzas de tu Hijo… que yo recuerde, jamás me dejaste sin respuesta, mas bien he sido yo la que muchas veces no te he prestado atención….
   -Pues, conversemos entonces, hija mía
   - Verás, Madre- y el saber que me escuchas es gozo profundo para mi alma- hace varios domingos se ha leído en Misa la parábola del sembrador…
   - Hermosa parábola, en verdad, hija querida, espero tu alma saque de ella el mayor fruto posible  para la salvación de tu alma
   - Es cierto lo que dices, pero…. Ayyy Madrecita!!!!   siempre hay un “pero” que lleva mi alma a la búsqueda de una explicación más, nunca acabo de entender por completo, discúlpame, Madre…
   Sonríes…. Como todo el cielo de esta mañana cálida de setiembre, sonríes y me alivias diciendo…
   - Benditos “peros” hija querida. Eso que tú ves como una torpeza de tu parte, al no entender por completo una lectura, termina siendo una gracia… gracia  para el alma que, sedienta de caminos, comienza a buscarlos. Me alegra que comiences tu búsqueda con la oración… Pues oración es este momento en que te vienes junto a mí, me preguntas y confías en que se disiparan las dudas de tu alma como se disipa el cielo de nubarrones cuando viene el viento del sur….
   Me quedo en silencio. Nunca había pensado en que mis “peros”, mis “no entiendo del todo”, sean gracia para el alma, gracia que me empuja a buscar respuestas, respuestas que siempre hallo en tu Corazón, Madre querida…
   - Dime, hijita, cuál es tu dificultad esta vez….
   Animada por tu disposición, me apresuro a comentarte:
   - Antes de la lectura de la parábola, se leyó el Salmo. Y una frase se me quedo en el alma, como buscando sitio donde estirar sus alas, donde ser luz…
   - ¿Qué frase, mi querida?
   - “Señor, visitas la tierra y la haces fértil”
   - Así es hija… Jesús habló de muchas clases de tierra: la que está a la vera del camino, la pedregosa, la que está llena de abrojos… ninguna de ellas, en el estado en que la encontró el sembrador, estaba en condiciones de dar buen fruto… Por distintos motivos, ninguna estaba preparada para recibir la semilla.
   - Entonces, Madre, cuando mi alma se halle en tales estados… ¿Qué he de hacer?... porque te aseguro, María, que mi alma no siempre es tierra fértil... tu sabes con cuanta pena te digo esto, pero si no te lo digo a ti ¿a quién? Si tú siempre para mí tienes caminos…
   - Pues, querida mía, utiliza esa frase que se quedo en espera en tu alma “Señor, visitas la tierra y la haces fértil”… deja que esta frese despliegue sus alas en tu alma…
   - ¿Cómo se hace eso, Madre?
   - Pide al Señor que visite la tierra de tu alma cuando veas que no está en óptimo estado como para que la semilla dé fruto….
   Mi corazón se queda en espera, sabiendo que abundaras en detalles para que no se pierdan las semillas que Jesus deja en mí…
   . Hijita, cuando notes que la tierra de tu alma esta tan endurecida como la tierra a la vera del camino… cuando sientas que la semilla eterna no puede penetrar en ella y por tanto, queda expuesta para que te sea arrebatada… en ese momento es cuando debes buscar auxilios eternos…
   Mientras me hablas, Maria, llega a mí  el recuerdo del suave tintinear de mi rosario… y mi alma sabe que es respuesta… El rosario… que, como lluvia serena y fresca, va removiendo las durezas del alma para que pueda germinar la semilla…
   Y en este silencioso diálogo te vuelvo a preguntar:
   -¿Y qué hago cuando sienta mi alma como terreno pedregoso?, con poca profundidad de la tierra como para que la semilla resista en las tempestades del alma… ¿Y cuando la sienta inundada de abrojos? Tan llena de cosas que no hay sitio para la semilla y termina ahogada entre tanta  prisa y quehaceres…
   Y el tintinear suave del rosario se torna música para el alma….
     - Hija, cuando sientas tu alma en tales estados, aférrate al Santo Rosario, que te permitirá mover tanta piedra del alma, y también te dará la gracia de limpiar el terreno de abrojos innecesarios…
  Antes de terminar este dialogo amoroso de Madre e hija, me tienes un consejo más…
   - Hija, nunca dejes de pedir al Señor que visite toda tierra donde ha de ser sembrada la Palabra de Dios…. Justamente de esa semilla quiero hablarte… No te sientas triste si ves que no eres todo lo buena sembradora que quisieras… recuerda que la semilla es de excelentísima calidad y suple muchas veces las falencias de los pequeños sembradores…  Te invito, hija, a que sigas siendo sembradora, como cada hijo mío… pues la semilla se siembra de muchas maneras, según los dones que cada uno posee… algunos siembran con su sonrisa, otros con su paciencia, otros atendiendo a los que tienen cerca con todo el amor de que son capaces… Siempre siembras, hija mía… pero recuerda que tú eliges que clase de  semilla sembrar… cada semilla tiene su fruto particular… no esperes recoger suaves rosas donde has sembrado cactus….
   Y en el silencio del alma esperas mi respuesta… mi respuesta que es suspiro profundo de quien ha descubierto caminos, mi respuesta que es alegría profunda por haber compartido este momento contigo en esta mañana de oficina.. .
   Como abrazo de despedida me queda un ramillete de palabras que es resumen de este momento… sembradores incansables, tierras inhóspitas… y el Rosario como lluvia fresca para el alma… que alivia los cansados brazos de los sembradores y prepara toda tierra para los mejores frutos….Gracias, Madre, Gracias… es tiempo de poner en papel este hermoso encuentro contigo, para recordarlo tal como fue, para contarle a mi hermano, que tiene las mismas preguntas que yo, para que muchos rosarios elevados al cielo, se tornen en mil lluvias frescas para tantas almas, propias y ajenas, que ansían ser buena tierra…

Maria Susana Ratero

NOTA de la autora:” Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella”

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