Aun tengo vivo en mi corazón el recuerdo de
aquella Misa de Pentecostés, en la que se predicó sobre los dones del Espíritu Santo, entre ellos, el don de
lenguas…
Recuerdo que me acerqué a tu Corazón,
durante la homilía, para preguntarte acerca de este don, el cual consideraba
tan lejano a mi corazón….
- Madre, no entiendo bien esto del don de
lenguas… Para mí es muy lejano, no creo que tenga algo que ver conmigo…
¿Quienes son ahora, en mi vida, los partos, medos, egipcios, etc.? Me asombra, si, pero no veo lugar para mí en
esa escena…
Y aún resuenan en mi alma tus palabras…
alentadoras, luminosas… que me llenaron de sorpresa, al tiempo que de calma y
alegría…
- Hija querida, para ti, el don de lenguas
puede ser hablarle a cada uno según pueda entender…
- ¿Y cómo es eso, Madre?
- Cada persona, cada alma, es especial y
única… Los dones y las capacidades son diferentes y están distribuidos en cada
uno según el designio de Dios, por tanto, al acercarte a tu hermano, si bien el
amor ha de ser el mismo para todos, no han de serlo tus palabras y gestos. Es
distinta la necesidad del niño, del joven o del adulto. Del sano que del
enfermo, del que camina por un trayecto
de soledad en su vida, del que camina tramos de gozo.
Y guardo silencio. Me quedo cerca de tu
Corazón meditando tus palabras, así, como tú me enseñaste a hacerlo, cuando
el Evangelio me dice: “María meditaba
todas estas cosas y las guardaba en su corazón”
Madre, quiero guardar en mi corazón tus
palabras, tus consejos, porque todos me remiten a la Voluntad de Dios para
conmigo… ¿Qué mejor tesoro puede anhelar mi alma?... Al resplandor de este
tesoro, los demás, mis afectos queridos, se purifican y fortalecen…
- Hablar a cada uno según pueda entender
¿Cómo se hace eso, Madre? – y vienen a mi corazón las palabras de la lectura de
la Misa donde el Apóstol Pablo dice que “llora con los que lloran y ríe con los
que ríen y es uno con todos”
Según me puedan entender….
- “Entender” hija, no significa solo
interpretar el mensaje con su inteligencia. Este “Entender” del que te hablo es
la posibilidad de llegar al corazón de tu hermano con compañía, si se siente
solo, con la alegría de Cristo resucitado, si se siente triste. También
recordándole la profunda felicidad de dar, cuando tu hermano tenga
abundancia…. Recuerda aquí que no sólo
es la abundancia material, sino la del corazón… Hay corazones que son
abundantes en dones y virtudes que, a fuerza de no usarlas se van como secando,
casi como marchitando en el alma…. El don de lenguas, tal como se explica en la
Escritura, lo da Dios a quien quiere y como quiere, pero este “pequeño don de
lenguas” del que te hablo, si bien también es una gracia, no es inalcanzable….
Pide la gracia, hija, de tener para cada hermano que Dios va poniendo en tu
camino, un gesto, una palabra, un detalle… Ese modo de actuar que se sustenta
en un corazón convencido de que es amado por Dios y ese gozo se refleja en todo
su proceder. Un corazón que se sabe amado por Dios es feliz aun en medio de la
tormenta, y es tan grande su gozo que no duda en desear esto mismo para todos.
No son tus discursos, hija, lo que necesita el corazón doliente de tu hermano,
necesita solamente ver a Cristo en ti…
- Madre, perdóname, pero eso me parece como
muy difícil para mí. Con sólo mirar la miseria de mi alma no entiendo como
alguien pueda ver a Cristo en mí.
- No es tu esfuerzo, hija, sino tu amor
generoso y comprensivo, tu amor hecho compañía, consuelo, contención, lo que
hará que tu hermano sienta que Cristo le abraza desde tu abrazo, que Cristo le
visita con tu visita, que Cristo le asiste con tu generosidad, que Cristo comparte
una taza de té con él cuando tu le regalas ese tiempo al hermano. Tu corazón es
puente entre Jesús y tu hermano. Así, este “pequeño don de lenguas”, será muy efectivo pues hablará el lenguaje
más necesario, más universal, ese lenguaje que todo ser comprende y anhela: el
lenguaje del amor.
Tus palabras, Madre mía, siguen repitiéndose
en mi corazón aún cuando han transcurrido ya algunos años desde aquel
Pentecostés, cuando llegaste a mi corazón susurrándome: “hablar a cada uno
según te pueda entender”… palabras que siguen dando fruto en mi corazón…
Gracias, Maestra del alma, gracias por estar allí, siempre…
Te pido, María, que aquellos hermanos que
lean este pequeño relato, sientan en su corazón tus palabras y puedan disfrutar
de este “pequeño don de lenguas” que Tú nos propones, para gozo de tantos
hermanos que necesitan una palabra, un gesto, una sonrisa que les perfume el
alma…
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra en mi cuarto libro
"Madre, en tu Corazón")
Gracias amiga Susana Ratero, por compartir con nosotros tus hermosas palabras
ResponderEliminarGracias amiga por compartir con nosotros tus hermosas palabras
ResponderEliminarGRACIAS SUSY, GRACIAS A NUESTRA SANTA MADRE, ME HAN HECHO REFLEXIONAR ACERCA DE MI "DON DE lENGUAS". Y HE APRENDIDO QUE HE DE HABLAR A LOS DEMÁS SEGUN SU ESTRUCTURA. YA ME DIÓ UNA IDEA DE COMO HABLAR CON AMIGOS ATEOS O SIMPLEMENTE INDIFERENTES.PARA IR ENTRANDO CON LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
ResponderEliminarNuevamente me has dado luz para entender el significado del "don de lenguas". Para mí era algo desconocido ese don que te inspiró nuestra Santísima Madre María. Nunca pensé, luego de leer tu cuarto relato, que ese don de lenguas me ha acompañado cuando he necesitado hablarle a ese hermano necesitado grandemente de conocer al Amor de los Amores: Jesús. Que Jesús Amado y su Santísima Madre María te sigan inspirando, y sobre todo, que te den mucha salud para continuar con ese don de lenguas que me está enseñando tanto. Gracias, y adelante. Con Cristo se puede todo