domingo, 17 de mayo de 2015

Con María, compartiendo la alegría de Isabel



   Hoy, 20 de diciembre, se lee en el Evangelio, la escena de la Visitación…
   Llegas, María, a casa de Isabel. La saludas y tu saludo llena las almas del  Espíritu Santo.
   Que bella escena contempla mi alma…. Que gozo sería haber estado allí, Madrecita mía, para vivir la alegría de Isabel…
   - Hija querida, no has estado allí, es verdad, pero ¿Por qué crees que solo estando allí puedes conocer la alegría de Isabel?
   - Es que… tú has ido a visitarla, a llevarle a Jesús, como peregrina de la fe y la esperanza. Ella, después de San José, ha sido tu primera devota. Isabel  te ha reconocido como la Madre de su Señor… Oh María, cuanto gozo habrá sentido tu alma y feliz de Isabel por habértelo regalado.
   - Dime hijita ¿crees que solamente Isabel pudo haberme regalado tal gozo? ¿Crees que solamente a ella mi visita le ha llenado el alma del Espíritu Santo?
   En el silencio de la parroquia me quedo meditando tus palabras. Y siento que aun tengo tanto por aprender… Enséñame, Madre, por caridad.
   Te vienes a mi corazón y me instruyes, delicadamente, como instruyes a cada devoto tuyo, en la manera en que cada uno pueda comprenderte
   - Hijita. La Visitación a Isabel fue la primer visitación que hice, llevando a Jesús. Por ese tiempo aun mi alma tenía tantísimas cosas por comprender. Mi fe, esa fe que es don de Dios pero que debe ser cultivada por el alma, como la más preciada planta del más preciado jardín, esa fe aun debía crecer y pasar por muchas pruebas. Aun no sabía mi corazón que esa escena se repetiría infinidad de veces. Aun no sabía mi corazón que muchísimos hijos me habrían de ser dados. Muchas Isabel, necesitadas de ayuda y compañía, de caminos y consuelo. Sobre todo, muchas necesitadas y ansiosas del Espíritu Santo, habría para mi, después de aquel Viernes Santo …
   - No te comprendo plenamente, Madrecita…
   - ¿Recuerdas como fui llegando a tu corazón?
   Y me remonto a aquellos días en que apenas te conocía. Ansiaba amarte más y conocerte más y no acertaba caminos. Al fin, cansada de buscar por mi propia cuenta y con mi propio esfuerzo, me llegué a ti y te dije, sencillamente: "Madre, quiero conocerte, quiero amarte, quiero que me muestres el camino hacia Jesús.  No sé cómo llegar a ti, no se por donde se empieza”….
   - ¿Recuerdas que pasó en tu corazón, después de ese pedido?
   - Si, de alguna manera llegó a mis manos “El silencio de María” del p. Larrañaga, y sentí  que empezaba a conocerte. Descubrí que lavabas la ropa y juntabas leña, que caminabas largos trayectos y tus manos amasaban el pan. Comencé a descubrirte cansada por las noches. Te encontré guardando en tu Corazón secretos preciosísimos. Y empecé a aprender de tu ejemplo. Me asombré, muchas veces, al sentirte tan cercana, tan mamá, tan amiga. Conocías mis pequeñas cosas de cada día porque también las viviste… Y así empezó el asombro…Oh Madre, recuerdo que siempre asombrabas mi alma con tu presencia, con tus consejos, con tus abrazos…
 - Cada Avemaría, hija mía, que diriges a mi Corazón, es el comienzo de una pequeña Visitación… la cual se hace más plena, más profunda, en el rezo del Rosario…allí, acerco a tu alma todas las gracias que necesitas… las que me pides y las que no, las que esperas y las que ignoras… las voy depositando como perfumado ramillete de amor… A unas las vas notando pronto, a otras tardas un tiempo en descubrirlas… pero jamás dejo sin respuesta tu oración… Por tanto, hija, disfruta tu propia "Visitación" en cada Rosario, rézalo con todo el amor que puedas, más allá de que un día tenga tu alma mucho fervor y otro… otro  apenas si logre susurrar dolorosamente cada oración… quizás, algunas veces, abrumada por tus obligaciones o problemas, te sea muy difícil concentrarte… ninguna de estas circunstancias son barrera para mi llegada, querida mía, es más, conozco el esfuerzo que hace tu alma cuando falta el fervor, sobran las distracciones involuntarias o el alma atraviesa desolados desiertos… ese esfuerzo adicional que acompaña tu oración compensa distracciones y sequedades…
   - Entonces, Madre… el tener una visitación personal y única, ¿Depende de mí?

   - ¡Pues claro, hijita! Visitarte y acompañarte es gozo para mi alma… escuchar tu oración y consolarte es seguir diciendo "si" a aquel pedido de Jesús en el Viernes Santo, cuando te entregó a mí como hija, cuando acepté por amor ser tu Madre…   La oración es un diálogo, querida mía, no un monólogo… no pienses que recitas el rosario y es sólo tu voz la que ha de oírse… no hija… yo hablo a tu corazón, de muchas maneras… en el silencio, en la lectura de la Palabra, en la Misa, en el consejo del sacerdote, en tantos hermosos libros que han dejado los que te han precedido en el camino a la santidad….
   - ¿Precedido? ¿ En el camino a la santidad? Ay Madrecita, que lejos me siento de ellos
   - Hija mía, la santidad es un llamado a cada corazón, no te sientas excluída… Tu santidad es la razón de mi visitación ¿comprendes?.. Vengo a tu corazón para acompañarte, guiarte, instruirte, para que no te apartes del camino que te lleva a alcanzar el grado de gracia y de gloria que Dios ha dispuesto para ti desde toda la eternidad… En cada pequeña visitación te hablo hija, escúchame, disfruta cada momento en que tu alma se siente amada por Jesús y por Mí., De cada pequeña visitación siempre sales, como San Juan Bautista e Isabel, acompañada del Espíritu Santo, el cual estará a la puerta de tu corazón y esperará que  le abras… Fíjate hija en el Evangelio (Lc 1,41), donde dice que " Y sucedió cuando Isabel oyó el saludo de María…" Oyó, hija, oyó…. Se trata de escuchar mi saludo…
   - Perdóname, Madre, pero Isabel te tenía ahí cerquita, era fácil para ella escucharte… pero no es lo mismo para mi…
   - Tienes razón, Isabel y yo estábamos cerca físicamente…. Pero ese "oír" fue un oír del alma…. Estuve cerca de Judas también, pero él no me oyó…. ¿comprendes?... Te hablo de un "oír" del alma, que está al alcance de todos, en la oración calmada, silenciosa, confiada, serena…...
   - Madre….- y notas la pena de mi alma porque me conoces… tanto…- es que, no siempre puedo alcanzar esa oración serena que me lleva a "oírte con el alma"
   - Si te refieres solo a la oración de contemplación, o a esos momentos en los que, libre de tus ocupaciones, te acercas a mí, entonces te digo que tienes razón… pero, hija querida, veo que aún no has comprendido totalmente mi Visitación a Isabel….
   - Seguro así ha de ser, Madrecita mía, seguro así ha de ser… Explícame María lo que mi corazón no entiende….
   - A Isabel fui a visitarla a su casa, a su situación, en medio de su realidad. De la misma manera lo hago contigo, hija querida…. Por lo tanto, si tu corazón está en oración, aunque estés atendiendo a los tuyos, lavando la ropa o comprando los alimentos para la cena, yo te visitaré allí donde estés… y escucharé tu oración, y te asistiré en las pequeñas cosas de tu realidad diaria…Como ves, este "oír del alma" no tiene un tiempo especial, sino que se extiende a toda tu vida, a todos tus momentos…


   Me quedo en silencio, refugiada en tu Corazón… pienso en tantas "pequeñas visitaciones" que he vivido y en cuantas he de vivir, si sigo tus consejos. Pequeñas visitaciones y gracias abundantes para el alma. Aunque muchas veces tendrás que caminar un largo trayecto hasta mí, como caminaste hasta Isabel, sé que siempre vendrás, que nunca me dejarás sola en medio de la tempestad… y tu llegada me llenará el alma de paz, de gozo, del perfume del Espíritu Santo…

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella

Con María, esperando a Jesús



   En razón de mi salud, hace tres semanas que estoy lejos de la Santa Misa…. Y mi corazón ha comenzado a extrañar al Maestro…
  - ¿Qué extrañas hija mía?
 - Pues… extraño a mi Señor… extraño el alimento que recibía mi alma, en la Palabra primero y luego en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, extraño su abrazo, ese abrazo que me hace sentir tan amada, ese abrazo que espanta soledades y penas y es apenas un atisbo del gozo de la eternidad…..
   - ¿Qué enseñanza deja en tu alma este sentimiento?
   Me quedo en silencio, no sé si no comprendo o si no quiero comprender…. La Misa del domingo era ya costumbre del alma… y no la había valorado en su real dimensión…. Cuando me falta, ahora, pienso en la última Misa y lamento no haberla vivido con más intensidad….
   - No supe atesorar los regalos del alma que recibí en la última Misa, Madre….
   - Puede que sea eso y puede también que sea un aprender del alma… Mi Hijo está tratando de enseñarte algo ¿Por qué cierras tu corazón?
    Y es así…. Tratando de ver las cosas a mi manera, no me dejo instruir por el Maestro… pero cuando Jesús quiere enseñarnos algo, no lo frenan nuestras débiles murallas….
   Y allí te quedas, en silencio, María… en silencio…. Pues sabes que cuando llegue el momento te he de buscar.. Te quedas, como siempre, a la corta distancia de un Avemaría…

   Me comunico entonces, telefónicamente, con la señora Ada, que es ministro de Eucaristía en mi Parroquia, para pedirle que, hoy sábado, me traiga a Jesús…. Quedamos en que vendría entre las 16 y las 17….
   No estoy sola en casa, sino que me acompaña mi hermana, para asistirme…. Mi habitación está casi ordenada, pero aun faltan detalles…. Pero es de mañana, y la señora Ada recién vendrá a la tarde…. Aún hay tiempo….
    Por un momento mi hermana sale a realizar unas compras y me quedo sola. Tocan a la puerta y me dispongo a abrir, pensando que mi hermana había olvidado su llave…
   Pero no era ella… sino… ¡La señora Ada que traía a Jesús Eucaristía!!!!!!…
   Vino así, de improviso, sin avisarme, pues le surgió un imprevisto en la tarde y no quiso dejarme sin comulgar…
   ¡Qué momento, Madrecita querida, que momento!... Ese instante, en el que la señora Ada me saluda, fue tremendamente largo…
     -¿Ves hija? Así, de improviso, así llega Jesús, así ha de llegar a ti en el último día…- susurras a mi alma, Madre, para que vea un poco más allá….
   Sin atinar a buscar una respuesta aceptable dentro de mi corazón, me dispongo a recibirla en el comedor de casa tratando de disimular mi sorpresa… Una visita que llega antes de tiempo y no halla la casa todo lo ordenada y hermosa que me hubiese gustado...… y como había yo pensado prepararme desde la tarde, pues, no había hecho ese “silencio interior” tan necesario para vaciar de tantas cosas el alma y hacer espacio al Señor….
   No estaba preparada ni externa ni internamente para la visita….
   - Este hija, es un aviso… un aviso de amor… eres avisada porque eres amada…. Tenlo en cuenta, aprende...
    Jesús me encuentra adormecida, como las jóvenes del Evangelio que se quedaron sin aceite en sus lámparas. Su Misericordia y su ternura suplen inmensamente mi falta…  Mientras la señora Ada dispone lo necesario para la recepción de la Eucaristía, con las debidas disposiciones externas, mi alma se llega hasta tu Corazón, Madrecita, para suplicarte me asistas en este apuro….
   - Hija queridísima… Este apuro que siente tu alma ahora es, como te dije, un aviso…. Aprende de él… Ahora, la Misericordia de Dios te regala este momento para llegarte a mi Corazón y ponerte en oración, hacer silencio del alma para recibir a Jesús…. Pero habrá una visita, la última, que será, quizás, sin aviso y en la que no tendrás tiempo de prepararte… tal como te encuentres, partirás de este mundo…  Te digo "quizás" porque a muchos les es dado el tiempo de prepararse, a través de situaciones de salud… tiempo que, tristemente, no todos aprovechan….
     - ¡Ay, Madrecita…!!!!! ¿Qué se hace, entonces? Digo, si no sé el momento en que he de ser llamada de este mundo, ¿Cómo puedo prepararme? ¿Cómo tener mi alma en condiciones de recibir a Jesús, sin pasar este apuro, o mucho mayor seguramente?... Digo, porque ahora tu me asistes, me dejas estar en tu Corazón y allí poder recibirle, pero… si me halla sin preparación, en el último instante ¿Qué he de hacer? Asísteme, Madre, por caridad!!!!
   - Cálmate, querida mía… tienes al alcance de tu mano los medios que necesitas para tan delicado momento…. Tienes el Sacramento de la Confesión….
Tienes también la Unción de los enfermos…. Jesús no deja a nadie solo, o con medios inalcanzables… Haz cuanto esté de tu parte por mantener tu alma en estado de gracia, a través de la Confesión y la Eucaristía, ten en cuenta que en la Confesión no sólo se te perdonan tus pecados sino que te es dada la gracia para no cometerlos en el futuro, al menos para ir, lentamente, quitando del alma las muchas inclinaciones al pecado. Es doble la ganancia en la Confesión….  La preparación es interior, diaria… es ese deseo de limpiar el alma de tantas cosas pesadas e inútiles, que no la dejan remontar vuelo hacia realidades eternas…. de tantos sentimientos que la opacan y la tornan impresentable ante su Señor…. Te advierto, que no has de esperar lograr esto sola, con tus propias fuerzas… sin la gracia es imposible… Lo que tu has de poner, de tu parte, cada día, es el deseo sincero de alcanzar ese grado de gracia y de gloria que Dios ha dispuesto para ti desde toda la eternidad… tu pon el deseo sincero, yo he de alcanzarte las gracias que necesitas…
Así, tu alma disfrutará cada día, cada momento, en la paz de Dios… sin temor alguno a la última visita del Señor, pues sabrá que ha puesto de su parte las debidas disposiciones…. En ese día, hija mía, estaré contigo, pues me lo pides en cada Avemaría "...en la hora de nuestra muerte"….
   Recibo a Jesús Eucaristía… me quedo en un agradecido silencio… Benditos sean todos los Ministros de Eucaristía que llevan a Jesús a tantos hermanos que le esperan con ansias, con amor, con esperanza….

   Gracias, Madre querida, por haberme ayudado a comprender, profundamente, esta enseñanza que Jesús quiso traerme con su visita….
   Te suplico me alcances la gracia de no olvidar este momento…. La gracia de poner en práctica tus sabias enseñanzas, nacidas del gran amor de Madre que me tienes y cuya finalidad es la salvación de mi alma… 
 María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.



Con María, adorando la Santa Eucaristía




   Mi queridísima Virgen de Luján, mañana es 8 de mayo, tu fiesta, tu día...  En esta novena muchos se han acercado a acompañarte, a agradecerte, a pedirte una gracia....El padre Osvaldo se la pasó hablándonos de la Eucaristía, intentando, de todas las maneras posibles que entendiéramos, o al menos valoráramos, cada día más, tan sublime misterio de amor...
   Madre, permíteme pedirte la gracia de que sus palabras no hayan llegado a mí en vano, aunque, tu sabes, me cuesta bastante comprender...
   - Hija querida, Jesús Eucaristía es el gesto de amor más excelso, más puro, más generoso que ningún hombre pueda concebir en su mente... por ello, es imprescindible que lo entiendas con tu corazón- dice tu voz suave y perfumada, en esta mañana de sábado- es decir, que el deseo de acercarte a este misterio esté en tu corazón, pues solo hasta allí puede descender la gracia que necesitas para alcanzar lo que pides…
   - Gracias por estar, Madrecita, gracias por estar… siempre... pero, Señora mía, ¿Por dónde comienzo a meditar tal misterio de amor?
   - Pues, por el Sagrario... ven, vamos...
  - Señora, es que es temprano y mi familia está por levantarse... no puedo acompañarte ahora hasta la parroquia…
   - ¿Acaso has olvidado las palabras de Juan Pablo II, cuando decía que puede visitarse el Sagrario en espíritu?
   No puedo contestarte, Reina de mi alma, pues tengo un nudo en la garganta... es cierto, he olvidado que puedo ir a visitar a Jesús con mi corazón, es más, que puedo recorrer todos los Sagrarios del mundo, si tengo la voluntad y al amor suficientes...Te sigo con mi corazón, Madre querida, hasta el Sagrario de Luján...
   La parroquia está a oscuras, todo es silencio... solo la lucecita  del altar nos indica que allí late la vida, respira la eternidad. Allí está Jesús, el mismo que los Apóstoles vieron con forma humana. A mí me es dado verle bajo la apariencia de pan. Las formas exteriores son distintas pero la esencia es la misma. Jesús está allí, y aunque yo no le vea tal como le vieron los Apóstoles, no por ello he de pensar que no es el mismo Jesús…
   Nos acercamos lentamente hasta tu Hijo...  te miro Madrecita, veo como le saludas... ¡cuánto amor!
   - También es el Jesús de Belén, de Nazaret…- susurras a mi alma para que empiece a buscar ese Jesús que quiso hacerse pequeño entre tus brazos- No te quedes solo con la imagen que tus ojos llevan a tu corazón… pues te muestran sólo una parte, sólo lo externo…. Mírale con tu corazón…. Está allí, cerca de ti, no tienes que viajar grandes distancias, ni hacer largas esperas para estar cerca suyo… Está allí, silenciosamente presente…. Silenciosamente paciente… tampoco dejes, querida hija, que ese silencio te engañe…. Escucha ese silencio, escúchalo en el silencio de tu propia alma…. Por ello, cuando entras a la Parroquia ¿Qué hay más importante que estar con el corazón a los pies de tu Señor? ¿Acaso los comentarios mundanos con esa amiga que hace tiempo no veías, tienen cabida en tan excelso momento? Si el mismo Jesús se ha quedado en el silencio de un Sagrario, ¿no será también bueno de tu parte que imites ese silencio cuando estás en su presencia?
   - Cuánta razón tienes Madre… recuerdo cuantas veces entré a la parroquia y, en lugar de un saludo cortes, respetuoso y fraterno hacia mis hermanos, me explayé en conversaciones quizás vanas, o totalmente postergables, desairando con mi indiferencia el amor de Jesús que me seguía esperando, silencioso, en el Sagrario…..
   - También es importante que reconozcas que hay otros silencios, los interiores, los del alma…. Aunque tus labios no expresen palabras, tu oración puede llegar a ser una larga letanía de pedidos y quejas y estar tan ocupada tú en decirle a Jesús lo que tiene que hacer, que no hay en ti el silencio necesario para oír su voz… la voz de Jesús es mansa, serena, suave, como una caricia al alma…. Cada uno ha de escuchar la respuesta de Jesús tal como El le permita hacerlo… Quédate en silencio y serena en Su presencia, hija, disfrútale, déjate abrazar por Jesús...mira el Sagrario… Jesús se esconde tras la puertecita… ve con tu corazón tras la puerta y quédate allí, en intimo coloquio con El… tu alma recibirá esa gracia que ansías, que pides, y hasta la que no pides también……
   Nunca pierdas la oportunidad de estar ante el Sagrario…. Hazte un tiempo para llegar a la parroquia un rato antes del comienzo de la Misa….. Es tan grande la ganancia para tu alma hija querida!!!!.... Y si en razón de tus obligaciones o de tu salud, no puedes estar frente al Sagrario todo lo que quisieras, no olvides que puedes visitarle con tu corazón y puedes, también, hacer la Comunión Espiritual, precioso regalo de la Misericordia de Dios…..

   Ya van apareciendo los ruidos matutinos, cotidianos… la casa comienza a despertar… pero aun tengo un momento para correr, con mi corazón, a postrarme ante el Santísimo y despedirme con un abrazo, de ti, Madre querida… y te suplico abraces por mí a Jesús y le digas que le amo, le extraño… que quisiera quedarme más tiempo pero mis obligaciones no me lo permiten…
   - Bien hija, le diré que no puedes venir más tiempo a adorarle porque tienes que atenderle….
   - ¿Que dices, Madre?
   - "Lo que hiciste a cada uno de estos pequeños, a mi me lo hiciste" ¿Recuerdas las Palabras del Maestro? Ten en cuenta que con el amor con que atiendes a los tuyos, a los todos los que hoy se han de cruzar en tu camino, por mínimo que sea el momento, es el amor con que tratas a Jesús…  Amale en tus hermanos, así podrás venir a adorarle, más plenamente, en la Eucaristía….

   El pequeño tirano colgado en la pared, que lo único que dice es "tic-tac", da por terminado el encuentro, pues es hora de comenzar la diaria labor… pero mi alma comienza con un gozo nuevo, un perfume distinto, una alegría renovada… la alegría de saber que Jesús, en cada Sagrario, sigue cumpliendo su promesa "Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo" esa promesa que cumple para mi, para todos…. Para vos, que me acompañaste transitando estas líneas… Jesús tiene un abrazo especial y único para ti, en el Sagrario más cercano a tu casa…...
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón  por el amor que siento por Ella.”


miércoles, 18 de febrero de 2015

María y un “pequeño don de lenguas”

   Aun tengo vivo en mi corazón el recuerdo de aquella Misa de Pentecostés, en la que se predicó sobre los dones del  Espíritu Santo, entre ellos, el don de lenguas…
   Recuerdo que me acerqué a tu Corazón, durante la homilía, para preguntarte acerca de este don, el cual consideraba tan lejano a mi corazón….
   - Madre, no entiendo bien esto del don de lenguas… Para mí es muy lejano, no creo que tenga algo que ver conmigo… ¿Quienes son ahora, en mi vida, los partos, medos, egipcios, etc.?  Me asombra, si, pero no veo lugar para mí en esa escena…
   Y aún resuenan en mi alma tus palabras… alentadoras, luminosas… que me llenaron de sorpresa, al tiempo que de calma y alegría…
   - Hija querida, para ti, el don de lenguas puede ser hablarle a cada uno según pueda entender…
   - ¿Y cómo es eso, Madre?
   - Cada persona, cada alma, es especial y única… Los dones y las capacidades son diferentes y están distribuidos en cada uno según el designio de Dios, por tanto, al acercarte a tu hermano, si bien el amor ha de ser el mismo para todos, no han de serlo tus palabras y gestos. Es distinta la necesidad del niño, del joven o del adulto. Del sano que del enfermo, del que camina por un trayecto  de soledad en su vida, del que camina tramos de gozo.
      Y guardo silencio. Me quedo cerca de tu Corazón meditando tus palabras, así, como tú me enseñaste a hacerlo, cuando el  Evangelio me dice: “María meditaba todas estas cosas y las guardaba en su corazón”
   Madre, quiero guardar en mi corazón tus palabras, tus consejos, porque todos me remiten a la Voluntad de Dios para conmigo… ¿Qué mejor tesoro puede anhelar mi alma?... Al resplandor de este tesoro, los demás, mis afectos queridos, se purifican y fortalecen…
   - Hablar a cada uno según pueda entender ¿Cómo se hace eso, Madre? – y vienen a mi corazón las palabras de la lectura de la Misa donde el Apóstol Pablo dice que “llora con los que lloran y ríe con los que ríen y es uno con todos”
  Según me puedan entender….
   - “Entender” hija, no significa solo interpretar el mensaje con su inteligencia. Este “Entender” del que te hablo es la posibilidad de llegar al corazón de tu hermano con compañía, si se siente solo, con la alegría de Cristo resucitado, si se siente triste. También recordándole la profunda felicidad de dar, cuando tu hermano tenga abundancia….  Recuerda aquí que no sólo es la abundancia material, sino la del corazón… Hay corazones que son abundantes en dones y virtudes que, a fuerza de no usarlas se van como secando, casi como marchitando en el alma…. El don de lenguas, tal como se explica en la Escritura, lo da Dios a quien quiere y como quiere, pero este “pequeño don de lenguas” del que te hablo, si bien también es una gracia, no es inalcanzable…. Pide la gracia, hija, de tener para cada hermano que Dios va poniendo en tu camino, un gesto, una palabra, un detalle… Ese modo de actuar que se sustenta en un corazón convencido de que es amado por Dios y ese gozo se refleja en todo su proceder. Un corazón que se sabe amado por Dios es feliz aun en medio de la tormenta, y es tan grande su gozo que no duda en desear esto mismo para todos. No son tus discursos, hija, lo que necesita el corazón doliente de tu hermano, necesita solamente ver a Cristo en ti…
   - Madre, perdóname, pero eso me parece como muy difícil para mí. Con sólo mirar la miseria de mi alma no entiendo como alguien pueda ver a Cristo en mí.
   - No es tu esfuerzo, hija, sino tu amor generoso y comprensivo, tu amor hecho compañía, consuelo, contención, lo que hará que tu hermano sienta que Cristo le abraza desde tu abrazo, que Cristo le visita con tu visita, que Cristo le asiste con tu generosidad, que Cristo comparte una taza de té con él cuando tu le regalas ese tiempo al hermano. Tu corazón es puente entre Jesús y tu hermano. Así, este “pequeño don de lenguas”,  será muy efectivo pues hablará el lenguaje más necesario, más universal, ese lenguaje que todo ser comprende y anhela: el lenguaje del amor.
   Tus palabras, Madre mía, siguen repitiéndose en mi corazón aún cuando han transcurrido ya algunos años desde aquel Pentecostés, cuando llegaste a mi corazón susurrándome: “hablar a cada uno según te pueda entender”… palabras que siguen dando fruto en mi corazón… Gracias, Maestra del alma, gracias por estar allí, siempre…

   Te pido, María, que aquellos hermanos que lean este pequeño relato, sientan en su corazón tus palabras y puedan disfrutar de este “pequeño don de lenguas” que Tú nos propones, para gozo de tantos hermanos que necesitan una palabra, un gesto, una sonrisa que les perfume el alma…
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra en mi cuarto libro
"Madre, en tu Corazón")




María y la oración de Marta

   No es la primera vez que escucho la lectura sobre Marta y María (Lc 10,38-42) , pero este domingo vuelvo a sentir esas palabras, en mi corazón, de un modo diferente.


   Tu imagen de Luján está cerquísima del sitio desde donde el sacerdote hace la Lectura, así que, como es mi  costumbre, corro a refugiarme bajo tu manto para entender mejor cada palabra santa…
   No un “entender” soberbio y vanidoso, no, pues de nada me serviría para buscar la santidad, sino un entender sencillo, descubriendo que es lo que esas palabras me dicen a mí, hoy…
   Y me llevas a la pequeña casa de Betania, justo cuando Marta ha comenzado a molestarse por la actitud de su hermana María.
   - Mira, hija, y mírate a ti misma en su lugar, tantas veces…
   - ¿Yo? ¿En su lugar? ¿Cómo? ¿Cuándo, Madrecita? Enséñame a ver, Madre, que muchas veces la ceguera del alma me lleva a errar caminos.
   - Escucha la oración de Marta.
   - ¿La oración? ¿Cuál oración? Más bien la veo muy molesta con su hermana.
   - A ver, hija, ¿Qué crees que es la oración? La oración es un diálogo con Dios, no un monólogo que más bien parece un listado lastimoso de penas y órdenes. Marta se acerca al Señor y le dirige esta oración, pero su oración está afectada por el estado de su alma. Así que comienza casi reprendiendo a Jesús  que, según ella, no ve ni valora su esfuerzo, para terminar dándole una orden acerca de lo que Dios debe hacer. No es un pedido, ni una súplica, es una orden. ¿Comprendes hija? Como si Marta conociese de antemano las únicas alternativas posibles frente a su problema ¿No crees que te le pareces en alguna ocasión?
   Frente a esta pregunta de mi Madre, intento mirar hacia atrás en mi propio camino y sí, muchas veces le dije a Jesús lo que “tenía” que hacer.
   - Ay, Madre, Madre, que triste se habrá sentido tu Hijo, más por mi ceguera que por mis penas… sabiendo que mis penas, muchas veces, nacen de mi ceguera…
   - Así es, hija, pero no te desanimes, no te apresures, que aún Marta está parada frente al Maestro, esperando la respuesta, porque toda oración  es escuchada, y respondida, aunque muchas veces la respuesta no sea la esperada, como con Marta, aun así es la mejor respuesta.
   Y mientras Marta escucha la respuesta del Señor, que le ofrece caminos y le aligera la carga, caigo en la cuenta de cuantas respuestas he tenido a mi oración, tardías unas, inexplicables otras… algunas hasta difíciles de entender, pero de toda circunstancia, puesta en oración en Su Corazón, siempre hallé el mejor fruto…
   - Hija, aún puedes ver otro momento en el que, a veces, actúas como Marta, y otras como María…
   - ¿Otro momento, Madre? ¿Cuál? Dime, por caridad…
   - Jesús entró a casa de las hermanas de Lázaro… y, como te explicaba el sacerdote en la homilía:” ¡Es el Señor el que está entrando!”… todo lo demás, hija, pasa a un segundo plano, o debería pasar… Cuando recibes a Jesús en la Eucaristía, El entra a tu casa, a tu corazón… piensa hija, como le recibes…si como María, escuchando sus enseñanzas y adorándole desde lo profundo de tu alma, o como Marta, casi reprendiéndole porque no hace lo que tu esperas que haga… Aún en este caso, hija mía, ten la certeza de que Él te escuchará, te llamará por tu nombre y te mostrará que, muchas veces, caminas con excesiva carga sobre tus hombros y luego te mostrará el camino de las cosas que “no te serán quitadas”…
   Guardo silencio ante la profundidad de tu enseñanza, ante la delicadeza de tus consejos de Madre, siempre atenta a la salvación  de sus hijos…
   Con cuánta dulzura me muestras mis errores, mis olvidos, mis egoísmos…
   Es tiempo de prepararme para la Eucaristía, debemos dejar la casa de Betania… No alcanzo a ver ni a escuchar la respuesta de Marta a las palabras de Jesús…
   Más, ahora, sé que debo pensar en mi propia respuesta al Maestro, en mi propia actitud…
   Recibo a Jesús en la Eucaristía. En este momento no hay nada, nada, nada más importante… Es un momento único e irrepetible entre Jesús y yo, entre su abrazo y mi respuesta. Dios ha venido a mi corazón pecador. Dios, que baja desde el cielo y se queda bajo la apariencia de pan… esperándome…  Ante tan grande milagro, solo puedo permanecer de rodillas en un profundísimo agradecimiento, en un silencio del alma que adora y escucha… ese momento, luego de recibir la Eucaristía, que tantas veces me ha parecido solo un instante, aunque el reloj me desmienta, ese momento es un regalo que no merezco, pero recibo agradecida… es, sin duda, el mejor momento del día, del mes, del año, de la vida….

   A vos, que me acompañaste en esta pequeña meditación, te deseo muchos momentos a los pies del Señor, como María… y, aunque muchas veces sientas que exiges, como Marta, no te angusties, Jesús tiene para ti una respuesta personal, en cada Eucaristía….
 María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra en mi cuarto libro
"Madre, en tu Corazón")


Madre, donde está mi tesoro...

     Donde está tu tesoro está tu corazón… Estas palabras, tan conocidas, se repiten en la Santa Misa hoy… parece sencillo, pero no lo es tanto, por lo que recurro a ti, Madrecita, como siempre:
   - Y ¿Cómo hago, Madre? Si mi corazón se va, muchas veces, detrás de cosas que tienen disfraz de tesoros…. A veces me sorprendo con mi corazón puesto, confiadamente, en cosas pasajeras… ¿Cómo le pongo riendas a este corazón, para que esté en los tesoros eternos?
   Y, mientras esto me pregunto, te miro serena en tu imagen de Luján… y tu respuesta me asombra y, a la vez, me tranquiliza…
   - Dime, hija, la jaculatoria de tu Instituto… aunque tantas veces la has pronunciado hoy quiero que descubras en ella  tesoros escondidos…
   Te respondo: - "Madre, en tu Corazón, mi corazón, todo lo que estoy haciendo y me pasa"
   - ¿Ves hija? Es tan simple: pon tu corazón en el mío… y allí lo tendrás a resguardo de los tesoros engañosos… y no te angusties si no sabes distinguirlos, pues su apariencia a veces te confunde… Usa el camino más corto… tu corazón en el mío… pero no como una simple frase, o una jaculatoria bonita, no, sino como un acto de total confianza en tu Madre que quiere llegues segura a los brazos de Jesús.. No tu corazón en el mío para que quede aquí como final de camino, no, sino tu corazón en el mío como camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a Jesús….
    Voy comprendiendo la enseñanza del Maestro…. Donde está tu tesoro esta también tu corazón, que sería lo mismo que decir, donde está tu corazón está tu tesoro…. Y si mi corazón está en el tuyo, Madrecita, entonces está en el mejor de los tesoros, al mejor de los resguardos… así, puesto mi corazón en el tuyo te suplico que allí Cristo, como en una nueva Anunciación,  por medio del Espíritu Santo, tome completa posesión del mío, y lo haga semejante al Suyo, para que pueda amar y glorificar al Padre en mi y pasar de nuevo por el mundo haciendo el bien…

   Tesoros eternos y corazones que buscan el mejor resguardo…  Madre, cuida siempre mi corazón, para que no se deje deslumbrar por tesoros pasajeros… guarda mi Corazón para que aprenda a imitar tus virtudes, así, mi corazón será, al final del camino, un pequeño tesoro para presentarlo, de tu Mano, ante mi Señor…. 
                                                       María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra en mi cuarto libro
 "Madre, en tu Corazón")




miércoles, 17 de diciembre de 2014

Las Navidades de María

 Las navidades de María 

   Hoy comienza diciembre y caminamos hacia el segundo domingo de Adviento. Te pido me acompañes, María, en estos días especiales para el alma. Días de preparación y espera. Días de revisión profunda y cambios necesarios….
   - Días de recuerdos… perfumados por el  eterno amor de la Santísima Trinidad- me cuentas, bajito, en esta tarde de Adoración Eucarística…
   Y en mi alma brota la pregunta que esperó allí tanto tiempo:
   - ¿Cómo han sido tus Navidades, Madre?
   Y aún sin moverme de mi banco, siento que me haces un lugarcito bajo tu manto:
  - Hija, mucho antes de que el glorioso día del Nacimiento de Jesús se llamase Navidad, yo he tenido, cada año, un profundo volver del alma a esos días de Nazaret y Belén…. Han sido regresos distintos. Unos ocurrieron antes de la vida pública de Jesús, íntimos y desconocidos para el mundo, otros durante ella, con secretos aún no develados…Hasta que finalmente, luego de Pentecostés, he compartido con la Iglesia naciente todos los secretos que guardaba en mi corazón….
   - Cuéntame, Madre, por caridad cuéntame, para que mi alma saque, de este Adviento, el mayor fruto posible…
   Y, como quien abre el cofre de un valioso tesoro, abres para mí los secretos de tu Corazón:
   - Hija, hubo una primera Navidad en Belén, la noche del Nacimiento de Jesús. Noche de asombro y misterio. Noche de puertas cerradas y ángeles cantando y anunciando “…una gran alegría… Os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor” (Lc 2,10). Noche en que el Todopoderoso siguió haciendo “en mí grandes cosas”. Noche que he guardado en mi Corazón desde entonces, como cada mamá guarda en su corazón el día del nacimiento de su hijo. Luego vinieron los años de la vida oculta de Jesús…. En esos años mi corazón volvía a esa noche de forma íntima y sencilla junto a Jesús y José. Primero en Egipto y luego en Nazaret. Era gran alegría para mi corazón revivir, junto a mi esposo, los recuerdos de aquel Primer Adviento y la noche del Nacimiento. Pues  yo guardaba todas esas cosas y las meditaba en mi Corazón. Después del Bautismo de Jesús en el Jordán las cosas cambiaron…. Jesús estaba siempre rodeado de sus apóstoles y de las personas que lo seguían... y yo le acompañaba algunas veces… otras, sólo le podía acompañar con mi Corazón. Recordaba yo esos días amados…  el secreto de la Anunciación y los acontecimientos del Nacimiento me acompañaban en silencio, esperando el momento de visitar otros corazones…. Pero ese momento aún no llegaba. Yo seguía diciéndole al Padre “hágase en mi Tu Voluntad” sin saber cuándo sería el tiempo de revelarlos…
   - Madre, tu silencio es admirable. Tu entrega es admirable. Callar por tantos años semejante secreto, solo la Llena de Gracia podía hacerlo… Si, solo Aquella saludada por el Ángel  “Salve, llena de gracia; el Señor es contigo”…Todos tus silencios, Madre mía, llenan las páginas del Nuevo Testamento… Tus silencios que nos hablan de tu profunda humildad, de ser guardiana de los tesoros del Evangelio hasta que llegase el momento de confiarlos a la Iglesia… Sigue, Madre mía, sigue contando a esta pobre hija tuya que quiere aprender a imitarte…
   En el silencio del recinto tu mirada dulce y serena y tus manos tomando las mías, me responden  que en este camino de aprender a imitarte no estoy sola… tu me llevas, si yo me dejo llevar por ti….
   - Cuando fue el tiempo que el Altísimo me mostró,  ya pude confiar a los Apóstoles los valiosos y amados secretos de mi Corazón… Entonces, esa “inmensa alegría” de que hablaban los ángeles, comenzó a ser vivida y recordada también por la  Iglesia naciente… fue un camino lento y un aprendizaje… fue recordar para aprender, no recordar por recordar, porque eso no le sirve al alma…. Durante los primeros años yo les acompañaba y ellos me preguntaban… Así, mis secretos fueron llegando a los corazones y quedaron para siempre viviendo y latiendo en el Evangelio….
   Navidades distintas. Navidades de secretos guardados y de distancia prudente. Navidades de corazón callado y de alas extendidas…. Tus Navidades María….Tan distintas a las mías....
   Tengo tanto que aprender de ti, Señora Mía…..Enséñame, María, a imitar tu “volver del alma a esos días”…
   Sin salir de tu Corazón (¿adónde mas iría si quiero hallar a Cristo con seguridad?) te escucho….
   - En esta época del año, la Iglesia te va mostrando los caminos del Adviento… tiempo de preparación para recibir a Jesús, tiempo de ponerse en marcha hacia tu Belén interior…. Fíjate que en aquellos días de la Primera Navidad,  "apareció un edicto del César Augusto, para que se hiciera el censo de toda la tierra" (Lc 2,1) ¿Qué te dice este detalle, querida mía?
   - Pues… que como el Mesías debía nacer en Belén, el Señor dispuso todo de tal manera que José y tú estuviesen allí el día del nacimiento, pero ¿Qué tiene que ver  esto con mis días de Adviento?
   - Mucho, hija, tiene mucho que ver… Quiero mostrarte la importancia que tiene tu decisión, tu profundo deseo de hacer la Voluntad de Dios… siempre que este profundo y sincero deseo se halle en tu corazón,  siempre habrá un "César Augusto" que te empuje hacia donde debas estar, sabiéndolo él o no…. El Señor se ha de valer de las circunstancias ordinarias de tu vida para acercarte a Él, si tú se lo pides… El volver de tu alma hasta estos días ha de ser una meditación serena, tranquila… ha de ser una súplica a Dios para que tu corazón no se cierre a Su llegada, ha de ser un pedido sereno y firme de limpiar tu corazón de todas las cosas inútiles, pesadas y malolientes que a veces, sabiéndolo o no, guardas allí… en medio de tanta cosa ¿Dónde hallará su lugar mi Hijo?... Si tú me lo pides, he de alcanzarte la gracia que necesitas… hasta la gracia de desearlo….
   - ¿La gracia de desearlo? ¿Hasta eso Madre?
   - Si hija, si tu ni siquiera puedes desear plenamente ese "orden del corazón" que es tan necesario, y me lo cuentas, pues, te iré alcanzando la gracia que necesitas para que ese deseo tenga fuertes raíces en ti…
   - Oh, Reina y Madre de la Misericordia…. Cuan generosa eres, cuanto nos amas, que no escatimas medio para conducirnos a tu Hijo…. Si, hoy y todos los días de mi vida, te pido la gracia de tener este deseo de limpiar mi corazón… y cuando no esté en el sitio que deba,  pues, algún "César Augusto" me llevará adonde deba, si también me asistes con la gracia de la obediencia….
    Gracias Madre, por este momento que me dedicas…. Gracias… Sé que vendrás conmigo en los caminos del Adviento, sé que me esperas en la Nochebuena, junto a Jesús, en la Eucaristía…. Te pido que cuando llegue ese momento, pueda acercarme al Maestro  con el corazón libre de cosas inútiles, de sentimientos que lastiman y pesan, de recuerdos que amargan y opacan…. Y cantaremos juntas, María "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres….."

   Cada Navidad es un volver del alma a esos días gloriosos… cada Navidad es un volver sobre mi corazón para hacer de él una cuna para Jesús, en una habitación limpia y ventilada, libre de cosas inútiles que opacan el brillo del cielo de Nochebuena….

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com 
(este relato se encuentra
 en mi cuarto libro
 "Madre, en tu Corazón")






















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