Hoy, 20 de diciembre, se lee en el
Evangelio, la escena de la Visitación…
Que bella
escena contempla mi alma…. Que gozo sería haber estado allí, Madrecita mía,
para vivir la alegría de Isabel…
- Hija
querida, no has estado allí, es verdad, pero ¿Por qué crees que solo estando
allí puedes conocer la alegría de Isabel?
- Es que… tú
has ido a visitarla, a llevarle a Jesús, como peregrina de la fe y la
esperanza. Ella, después de San José, ha sido tu primera devota. Isabel te ha reconocido como la Madre de su Señor…
Oh María, cuanto gozo habrá sentido tu alma y feliz de Isabel por habértelo
regalado.
- Dime hijita
¿crees que solamente Isabel pudo haberme regalado tal gozo? ¿Crees que
solamente a ella mi visita le ha llenado el alma del Espíritu Santo?
En el silencio de la parroquia me quedo
meditando tus palabras. Y siento que aun tengo tanto por aprender… Enséñame,
Madre, por caridad.
Te vienes a mi corazón y me instruyes,
delicadamente, como instruyes a cada devoto tuyo, en la manera en que cada uno
pueda comprenderte
- Hijita. La
Visitación a Isabel fue la primer visitación que hice, llevando a Jesús. Por
ese tiempo aun mi alma tenía tantísimas cosas por comprender. Mi fe, esa fe que
es don de Dios pero que debe ser cultivada por el alma, como la más preciada
planta del más preciado jardín, esa fe aun debía crecer y pasar por muchas
pruebas. Aun no sabía mi corazón que esa escena se repetiría infinidad de
veces. Aun no sabía mi corazón que muchísimos hijos me habrían de ser dados.
Muchas Isabel, necesitadas de ayuda y compañía, de caminos y consuelo. Sobre
todo, muchas necesitadas y ansiosas del Espíritu Santo, habría para mi, después
de aquel Viernes Santo …
- No te
comprendo plenamente, Madrecita…
- ¿Recuerdas
como fui llegando a tu corazón?
Y me remonto a aquellos días en que apenas
te conocía. Ansiaba amarte más y conocerte más y no acertaba caminos. Al fin,
cansada de buscar por mi propia cuenta y con mi propio esfuerzo, me llegué a ti
y te dije, sencillamente: "Madre, quiero conocerte, quiero amarte, quiero
que me muestres el camino hacia Jesús.
No sé cómo llegar a ti, no se por donde se empieza”….
- ¿Recuerdas
que pasó en tu corazón, después de ese pedido?
- Si, de
alguna manera llegó a mis manos “El silencio de María” del p. Larrañaga, y
sentí que empezaba a conocerte. Descubrí
que lavabas la ropa y juntabas leña, que caminabas largos trayectos y tus manos
amasaban el pan. Comencé a descubrirte cansada por las noches. Te encontré
guardando en tu Corazón secretos preciosísimos. Y empecé a aprender de tu
ejemplo. Me asombré, muchas veces, al sentirte tan cercana, tan mamá, tan
amiga. Conocías mis pequeñas cosas de cada día porque también las viviste… Y
así empezó el asombro…Oh Madre, recuerdo que siempre asombrabas mi alma con tu
presencia, con tus consejos, con tus abrazos…
- Entonces, Madre… el tener una visitación personal y única, ¿Depende de mí?
- ¡Pues
claro, hijita! Visitarte y acompañarte es gozo para mi alma… escuchar tu
oración y consolarte es seguir diciendo "si" a aquel pedido de Jesús
en el Viernes Santo, cuando te entregó a mí como hija, cuando acepté por amor
ser tu Madre… La oración es un diálogo,
querida mía, no un monólogo… no pienses que recitas el rosario y es sólo tu voz
la que ha de oírse… no hija… yo hablo a tu corazón, de muchas maneras… en el
silencio, en la lectura de la Palabra, en la Misa, en el consejo del sacerdote,
en tantos hermosos libros que han dejado los que te han precedido en el camino
a la santidad….
- ¿Precedido?
¿ En el camino a la santidad? Ay Madrecita, que lejos me siento de ellos
- Hija mía,
la santidad es un llamado a cada corazón, no te sientas excluída… Tu santidad
es la razón de mi visitación ¿comprendes?.. Vengo a tu corazón para
acompañarte, guiarte, instruirte, para que no te apartes del camino que te
lleva a alcanzar el grado de gracia y de gloria que Dios ha dispuesto para ti
desde toda la eternidad… En cada pequeña visitación te hablo hija, escúchame,
disfruta cada momento en que tu alma se siente amada por Jesús y por Mí., De
cada pequeña visitación siempre sales, como San Juan Bautista e Isabel,
acompañada del Espíritu Santo, el cual estará a la puerta de tu corazón y
esperará que le abras… Fíjate hija en el
Evangelio (Lc 1,41), donde dice que " Y sucedió cuando Isabel oyó el
saludo de María…" Oyó, hija, oyó…. Se trata de escuchar mi saludo…
- Perdóname,
Madre, pero Isabel te tenía ahí cerquita, era fácil para ella escucharte… pero
no es lo mismo para mi…
- Tienes
razón, Isabel y yo estábamos cerca físicamente…. Pero ese "oír" fue un oír del alma…. Estuve cerca de
Judas también, pero él no me oyó…. ¿comprendes?... Te hablo de un
"oír" del alma, que está al alcance de todos, en la oración calmada,
silenciosa, confiada, serena…...
- Madre….- y
notas la pena de mi alma porque me conoces… tanto…- es que, no siempre puedo
alcanzar esa oración serena que me lleva a "oírte con el alma"
- Si te
refieres solo a la oración de contemplación, o a esos momentos en los que,
libre de tus ocupaciones, te acercas a mí, entonces te digo que tienes razón…
pero, hija querida, veo que aún no has comprendido totalmente mi Visitación a
Isabel….
- Seguro así
ha de ser, Madrecita mía, seguro así ha de ser… Explícame María lo que mi
corazón no entiende….
- A Isabel
fui a visitarla a su casa, a su situación, en medio de su realidad. De la misma
manera lo hago contigo, hija querida…. Por lo tanto, si tu corazón está en
oración, aunque estés atendiendo a los tuyos, lavando la ropa o comprando los
alimentos para la cena, yo te visitaré allí donde estés… y escucharé tu
oración, y te asistiré en las pequeñas cosas de tu realidad diaria…Como ves,
este "oír del alma" no tiene un tiempo especial, sino que se extiende
a toda tu vida, a todos tus momentos…
Me quedo en
silencio, refugiada en tu Corazón… pienso en tantas "pequeñas
visitaciones" que he vivido y en cuantas he de vivir, si sigo tus
consejos. Pequeñas visitaciones y gracias abundantes para el alma. Aunque
muchas veces tendrás que caminar un largo trayecto hasta mí, como caminaste
hasta Isabel, sé que siempre vendrás, que nunca me dejarás sola en medio de la
tempestad… y tu llegada me llenará el alma de paz, de gozo, del perfume del
Espíritu Santo…
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella
No hay comentarios:
Publicar un comentario