En estos
días se ha leído, en la Santa Misa, la parábola del rico Epulón y el pobre
Lázaro. Sé que contiene enseñanzas que aún no he descubierto. Y, como siempre,
me acerco confiada a mi Madre, sabiendo que Ella está pronta a responder,
siempre….
- Madre querida-, susurro mientras pedaleo en la bicicleta en una serena
tarde de abril….-quizás no sea este el mejor momento para preguntarte acerca de
la parábola que Jesús nos enseñó…
- ¿Por qué crees que no es el mejor momento?- preguntas a mi
corazón, María, pues siempre vienes cuando te llamo… y cuando no te llamo
también….
- Es que…-y las palabras se me vuelan ante tu ternura- es que… quizás
hubiera sido mejor en la parroquia, pero… bueno, hoy se me complicaron las
cosas y no pude acercarme…- y me quedo triste porque no sé si estas palabras
alcanzan… porque aunque sea una visita con mi corazón podría haberte regalado.
Sabiendo que lees mi corazón y que tu misericordia sobrepasa
infinitamente mis faltas, te acercas a mí y susurras…
- El rico Epulón y el pobre Lázaro ¿crees que ellos se han quedado
encerrados en esa parábola?
- No te comprendo Madre…
- A ver... – y tu ternura de Madre se perfuma de paciencia para
mí- ¿Crees que Lázaro y Epulón solo viven en esa parábola?
- No lo sé, nunca me lo pregunté.
- Pues esa es la primera pregunta que debes hacerte para comprender.
¿Te has sentido Epulón alguna vez? Vamos, vuelve sobre tu historia y revisa….
Y mi corazón mira hacia atrás y… sí… muchas veces fui Epulón, demasiado
feliz en mis propios logros y sin tiempo para visitar esa señora amiga que ya
no puede caminar… aún recuerdo sus palabras por teléfono y mi promesa de
visitarla pronto…Pero estaba demasiado ocupada en mí misma. También mi corazón
se vistió como Epulón cuando me encontré en el hospital con mi amiga de la
infancia y sólo le hablé de porque YO estaba allí… luego me despedí…. Al rato,
alguien dentro de mí me preguntó: ¿Porqué Alejandra habrá estado en el
hospital?.... y allí recordé que, ocupada en mi propia historia, no le pregunté
por su salud… y me viene al alma su rostro delgado y la mirada de su madre y su
hermana.
Y la respuesta duele, Madre querida...
- Sí, Madre,
muchas veces me alimenté en el banquete de mi propia vanidad… y no cayeron de
mi mesa palabras de cariño para nadie…
Y solo puedo llorar, y no me atrevo a caminar más atrás mi historia,
porque sé lo que voy a hallar….
- Tu riqueza
son tus dones, hija querida. Tú eres un alma enriquecida en el Bautismo y en la
Confirmación. El Espíritu Santo te ha dado sus dones, que son riquezas eternas,
pero no te pertenecen... Tus manjares pueden ser: tu comodidad, aunque simple,
tus excusas… que te envuelven el alma y no te dejan desplegar las alas de tu
riqueza interior… Y siempre hay un Lázaro que te tiende la mano, un Lázaro que
necesita de tus dones, de tus palabras, de tu oración, de tu caridad…. Lázaro,
hija, Lázaro… ¿no te recuerda a ti misma cuando te sentías pobre y necesitada?
¿Cuándo los caminos se desdibujaban y la noche no tenia luna ni estrellas?
También eres Lázaro suplicando a tus hermanos aunque sea algunas migajas de sus
propios dones…
Y me dejas pensando, Madrecita.. Epulón no
es un personaje tan lejano a mi vida, de hecho, muchas veces he ocupado su
lugar, no en lo material sino en las riquezas de mi alma…. Y también he sido
Lázaro, que suplicaba a sus hermanos y muchas veces he hallado almas generosas
que, lejanísimas de Epulón, han calmado el hambre y la sed de mi alma….
- Gracias,
Madre querida, por acercarte a mi corazón y enseñarme que hay riquezas eternas
por las que deberé rendir cuenta... y hay Lázaros suplicantes a mi alrededor….
Como, al mismo tiempo, soy Lázaro tantas veces estirando la mano buscando la
caridad de mi hermano, en una sonrisa, en una palabra de afecto, en una
compañía silenciosa….
Epulón y Lázaro siguen caminando entre nosotros. Epulón, para que el
orgullo y la vanidad no me ciegue y me crea segura en mi camino hacia Dios… y
Lázaro para recordarme que soy pobre y necesito de la Misericordia de Dios en
cada paso, en cada dolor, en cada alegría….
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
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