Hoy es Miércoles Santo… como creí que el
horario de Misa cambiaba recién después de Pascua, llego a la Catedral de mi ciudad, a las ocho.
Al entrar, noto que el coro canta una canción
conocida, para después de comulgar…
"Habrán cambiado algo" razono,
intentando acomodar la realidad a mi comodidad.
Pero luego llegan a mis oídos las palabras de
la Bendición y despedida
¡Estaba terminando la Misa! ¡Había llegado
tarde!!!
Miré a los hermanos que estaban cerca y
pensé "Tienen a Jesús en su corazón… ¡Han comulgado! Y yo llegue
tarde…"
De bien poco me sirvieron todas las
consideraciones que mi inteligencia intentaba hallar, a los manotazos…
De bien poco me sirvieron… era tarde…
No había Comunión para mí. El Sagrario
estaba cerrado…
Y las puertas cerradas del
Sagrario me llevaron a pensar en otras puertas. Puertas eternas, que quizás un
día, por mi culpa, pudieran cerrarse para mí. Y me vienen los versos de Fray
Pedro de los Reyes…
"¿Yo para que nací? Para
salvarme.
Que tengo que morir, es
infalible.
Dejar de ver a Dios y
condenarme,
triste cosa será, pero
posible.
¿Posible? ¿Y río y duermo y
quiero holgarme?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo
visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo? ¿En
qué me encanto?
Loco debo ser, pues no soy
santo….
Es así, puede ser que ese "No
ver a Dios y condenarme" se torne en una gran puerta cerrada, detrás de la
cual, como en el Sagrario, estará
Jesús.
De bien poco me servirán entonces las
consideraciones, excusas y demás razones que tuve para "llegar tarde"
en el último día…
- Es no aprovechar el tiempo en que las
puertas de la Misericordia aún están abiertas para ti. Es hacer caso a las
"razones", excusas, comentarios, que te llevan a no considerar lo que
realmente hace el pecado en tu alma y a no poner el remedio que Jesús te dejó
mediante el Sacramento de la Confesión
¿Cuántas veces pasé de largo ante un
sacerdote que estaba confesando? ¿Cuántas veces? Cuando sentí mi alma turbada por las
tentaciones o los caminos mal elegidos, no acudí a un sacerdote para que me
enseñase a ver la luz verdadera entre tanto encandilamiento engañoso o en medio
de la "noche oscura", o de la tormenta del alma
Preferí
auto convencerme con argumentos rebuscados, que no dieron paz a mi
alma..
Como Dios es tan "sumo bien" que
hasta de lo malo (o triste, o penoso) puede sacar buen fruto, hoy, termino
recibiendo la Bendición al final de la Misa, con alegría… y aún sintiendo en mi
alma la sed de esta Eucaristía no recibida, siento que me has enseñado, Madre
querida, una valiosa lección:
- Aprovecha tantas veces como puedas los
brazos abiertos de la Misericordia de Jesús, la puerta abierta de su Amor,
porque si la hallas cerrada no ha de ser por carencia de su Misericordia, que
es abundantísima…sino en razón de su Justicia. Recuerda que la llave de la
puerta de la Misericordia de Dios es tu arrepentimiento- y tus palabras serán fuerte raíz en mi corazón…
Justificar mi negligencia pensando
"total, Dios es Misericordioso…" es lastimar su corazón, porque Dios
es Misericordioso, no ciego…
Salgo del recinto con el alma serena, aun en
medio de la pena de no haber podido recibir a Jesús… salgo con una profunda
enseñanza, con una impresión clarísima de lo que sería la angustia de
"llegar tarde" en el último día y, al mismo tiempo con la alegría de
saber que la Misericordia de Dios pone a mi alcance un medio maravilloso como
es la Confesión…y aún cuando no encontrare ese medio, cuando por alguna razón
lo sintiese lejano, sé que bastará a mi alma llamarte, Madrecita, pedirte que
me guíes hasta la confesión, en la plenísima seguridad de que lo que parecía
lejano se tornará cercano, lo que parecía difícil, será sencillo y mi alma
disfrutará el regalo de la Misericordia Divina antes de que las puertas se
cierren, para siempre…..
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
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