Ha llegado en estos días, a mi ciudad, la
reliquia del corazón del Cura de Ars, San Juan María Vianney .
En el silencioso recinto de la Catedral de
mi ciudad resuena la voz de los fieles rezando el Santo Rosario.
- Madre, el murmullo de paso de la gente,
que se acerca a ver las reliquias de tu amado hijo de Ars, conmueve el silencio
de las altas paredes.
- Pero, si escuchas con atención, este
murmullo no alcanza a cubrir el sonido de ese corazón que, a su manera, aún
late..
- ¿Late, Madre? Perdóname, pero no
comprendo.
- Late en el ejemplo y en el recuerdo, en
las palabras y en las enseñanzas del viejo cura de Ars. Te invita a buscar un
tiempo para ti. Calla y escucha con el alma, hija, a este santo corazón que
tantas veces lloró en silencio. Corazón que se entregó a la Divina Providencia
a pesar de sus limitaciones o justamente por causa de ellas.
Late, corazón de Ars, late por todos los que
no laten. Late corazón y que tu latido sea canto de esperanza. Corazón y
milagro. Corazón que desafió al tiempo. ¡Cuántas veces latiste solo! ¡Cuántas
latiste con las esperanzas lejanas! ¡Cuántas veces deseaste ya no latir para
viajar al Padre, pero tu amor por tus feligreses te llevaba a amar cada
latido!.
En el silencio de la Catedral, me acerco, en
la procesión, hasta el pequeño cofre que guarda tan inmenso tesoro… y le suplico...:
- Viejo corazón de cura, sencillo corazón de
hijo.Enséñame. Enséñale al mío a latir como el tuyo. Enséñale a latir con
fuerza cuando las fuerzas se vayan. Enséñale a latir con esperanza aun cuando
todo a su alrededor sea desesperanza. Enséñale a latir solidario para latir en
oración por aquellos que no saben que pueden lograr latidos de eternidad. Y
también enséñale a latir con fe. Esa fe que hoy me muestra, triunfante, que
está más allá de las leyes físicas. Y tu latido, que debía haberse extinguido
hace tiempo, late para mí entre las paredes de la Catedral...
Milagro imposible. Milagro que es presencia de Dios entre sus hijos.
- Es
imposible que un corazón permanezca incorrupto durante tanto tiempo, sin
embargo, Dios lo hizo; de la misma manera puede el Señor tornar en “posibles”
todos los imposibles de tu alma….- susurras a
mi lado, Madre, para que este corazón
que hoy veo, latiendo más allá del tiempo, no sea sólo una reliquia asombrosa,
un espectáculo… que no me quede en el asombro, sino que busque el mensaje…..
Y, desde el altar mayor, el Ángel Gabriel vuelve
a susurrar: “… Porque no hay nada
imposible para Dios…”
Madre mía, gracias por enseñarme a ver más
allá de lo que me dicen mis ojos…. Gracias por enseñarme a ver cada acontecimiento,
con los ojos del alma y buscar enseñanzas escondidas, tan escondidas como este
latido de amor de un corazón de sacerdote...
Viejo cura de Ars, gracias por contarme
algunos de los secretos que aun guardas. Viejo cura que cruzaste el mar del
tiempo para decirnos que los latidos de un corazón que se entrega a Dios, son
eternos…
Viejo cura, ahora comprendo que aun no ha
acabado tu ministerio. Sacerdote para siempre. Sacerdote por siempre que has
cumplido tu tarea en esta tierra y ahora tus ovejas son muchas.
No le alcanzaron a tu corazón los días de
vida terrena. No quiso irse hasta estar seguro de haber orado y suplicado por
cada uno de sus hermanos sacerdotes.
Hoy nosotros venimos a “ver tu corazón”. Tu,
desde donde estás, te acercas a “ver el mío”… y no sólo el mío, sino el de
tantos…
Viejo corazón de cura, hoy me acerco a vos y
te pido que el eco de tus latidos resuene en todos y cada uno de los
sacerdotes… y también en los seminaristas…
Late, corazón de cura, late en oración desde
donde estás, por tus hermanos sacerdotes….
Late en oración por ellos, para que sean
perseverantes, para que la fuerza y el perfume de su llamado original
resplandezca siempre como una exquisita flor, que no la tapen las hierbas del
camino, que no la oculten la rutina ni el cansancio….
Suplica,
querido Cura de Ars, por todos y cada uno de tus hermanos que caminan hoy los
mismos pasos que caminaste en esta tierra…. Aunque las realidades exteriores
sean diferentes, el corazón es el mismo….
Ya vienen a llevarte, querido corazón de
cura… te vas a otras ciudades, a otras parroquias… a seguir latiendo, a seguir
llamando, a seguir intercediendo por los que a vos se acercan….
Adiós, viejo corazón…
La caravana que te lleva se pierde entre las
calles… El campanario de la Catedral te despide…
Mi corazón escucha, entre el metálico tañir,
un sonido diferente, como un latido, suave, acompasado… quizás... el latido de
un viejo corazón de cura que, lleno de amor por Dios, no se cansa de orar por
todos, de orar por mí, de orar por vos….
María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
Una vez más un precioso relato, que nos transporta como si estuviésemos viviendo lo que nos vas contando hermanita. Dios bendiga tu talento
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