lunes, 4 de julio de 2011

Con María, y un rosario antes de Misa…

   Madrecita mía, hace tiempo quiero preguntarte acerca de los regalos que trae al alma el rezo del Santo Rosario antes de la Misa. Y, en este domingo, mi corazón sabe que hallara respuesta, pues, nunca desoyes a tus hijos.
   Cavilo en estos pensamientos cuando una joven de la Parroquia me pide que inicie el rezo del Rosario.
   Mis dedos y mi corazón van acariciando, una a una, las sencillas cuentas. Y son rosas para ti los Avemarías.
   De pronto la campana, que es como tu voz, llena mi alma con tu saludo y la plena certeza de tu presencia.
   Desde tu imagen te acercas, me estiras la mano y dices:
   - Ven, hija, ven…
   Y mientras continúo saludándote con los Avemarías del Rosario, te sigo…
   Entonces, para mi asombro y alegría, muy cerquita del altar abres una puertecita que conduce a una amplísima, magnífica y delicada escalera, inundada de flores en sus barandas…
   - ¡Madre, que bella escalera! Pero ¿y esta puerta? ¿Desde cuándo está aquí? ¿Por qué nunca la vi? Y la escalera ¿Adónde lleva?
   Tu dulce mirada responde, una a una, mis preguntas.
   - A ver, vamos despacio. La puerta, hija, siempre estuvo aquí, sólo que recién la ves porque has accionado la llave desde lo más profundo de tu corazón.
   - ¿Llave, Madre? ¿Cuál llave? No tengo llave en mis manos, sólo tengo…. ¡El Rosario! ¡Oh Madre! ¿Acaso el rezo del Santo Rosario abre esta puertecita?
   Asientes con una sonrisa, mientras en mí se mezclan el asombro, la alegría y el llanto…
   - Así es, querida hija, el Rosario abre esta magnífica puerta. Pero aún me resta responderte dónde te lleva la escalera.
   Y con el Avemaría como aire para el alma, espero tu respuesta…
      - Debes verlo por ti misma.
   Y continúo con la oración, lenta y suavemente. Con mi mano en la tuya siento que me llevas, delicadamente.
   Y en cada Avemaría vamos subiendo un escalón.
   Para mi alegría, no vengo sola. Todas las personas que rezan el rosario vienen junto a mí.
   La escalera tiene cinco tramos, con cinco magníficos descansos.
   Al comenzar la contemplación del segundo misterio llegamos al segundo descanso. Es grande, espacioso y el piso está lleno de pétalos de rosas, que los ángeles no cesan de arrojar pues, la escalera está poblada de ellos. El perfume es indescriptible.
   Uno a uno los escalones llevan a mi corazón, de tu Mano, a una paz intensa y perfumada.
   En cada descanso sacas de tu Corazón un pequeño tesoro con mi nombre. No me atrevo a preguntarte por que no me lo das.
   Más, como lees mi corazón, me respondes.
   - No te lo doy porque no me lo pides.
   - Y ¿Qué es, madre?
   - La gracia de este misterio. Verás, hija, cada misterio tiene una gracia especial para adornar tu alma.
   - Pero, Madre, yo no sé cuál es la gracia de este misterio.
   - No importa, hija, Tú pide. Recuerda mi promesa a Santo Domingo de Guzmán:” Toda gracia que se pida por el Rosario se concederá” Pide que la gracia de cada misterio se derrame en tu corazón y en el de cada uno de los que amas, para que puedan alcanzar la santidad. Recuerda que para alcanzar la santidad necesitas la gracia. Cada uno en su medida pues, aunque Dios no da a todos el mismo grado de gracia, da a cada uno lo suficiente…
   Vienen a mi alma los consejos de San Luis María Grignion de Montfort  “Para hallar la gracia, hay que hallar a María”.
   Tú, Madre, eres el canal de las gracias de Dios. El Rosario es, por lo que me dices, un gran medio para alcanzarlas.
   Tímidamente pero con total confianza, voy pidiendo las gracias de cada misterio, hasta llegar al final.
   La Llena de Gracia, que no se deja vencer en generosidad, deja en mi alma, y en la de cada persona que ha rezado el Rosario, preciosos tesoros que irán fortaleciendo la fe, aliviando los cansancios, consolando las soledades e iluminando las noches oscuras del alma.
   Hemos terminado el rezo del Rosario. Los ángeles te traen ramos de rosas eternas, con nuestros nombres…
   No comprendo… ¿Por qué tantos ramos con mi nombre si sólo rece UN Rosario?
   Y me respondes contenta:
    - Porque cuando rezas en comunidad recibo, de cada uno de los que me regalan su oración, tantos ramos como personas recen…
   ¡Vaya, Madre! ¡Que regalo para tus hijos! ¡Qué grande es la misericordia de nuestro Dios!
   Nos llevas ahora a un lugar especial en la Parroquia, para oír la misa y participar en ella con el corazón.
   No es un lugar físico, más cerca o más lejos del altar, no.
   Es un lugar bajo tu manto. Es un lugar cálido, sereno y perfumado, desde donde comienzas a cumplir nuestra súplica de la Salve “Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”
   Comienza la misa. Los ángeles adornan el altar con las rosas del Rosario.
   Me acerco a recibir a Jesús Eucaristía. Mi alma se inunda del perfume que se derrama del altar…
   La misa acaba. Me acompañas escaleras abajo y cierras la puerta con llave. Pero… ¡Dejas la llave colgada en ella!
   No entiendo.
   - Madre ¿Por qué cierras con llave si dejas la llave allí?
   - Para que esté al alcance de todos, hija. Todos mis hijos pueden subir esta escalera de amor. Lo único que tienen que hacer es tomar la llave con su corazón ¿comprendes?
   Madrecita nuestra, que gran gozo siente mi alma con esta enseñanza. Rezar el Rosario antes de Misa es asegurarse un sitio de privilegio (inmerecido por cierto, más, fruto de tu Misericordia) en la Misa.
   ¡Gracias, Madre! Gracias por tantos regalos al alma. Regalos que nos das para acercarnos más y más a Jesús… gracias.

   Amigo, amiga que lees estas líneas. Tu parroquia también tiene una “puertecita escondida”. Ahora conoces el “secreto” de su llave. Ábrela, no temas, tu Madre te espera…

María Susana Ratero
NOTA de la autora:
"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella"

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