lunes, 4 de julio de 2011

De cara al mundo

   Hoy es día de Comuniones en la Parroquia de Luján… hoy es día de fiesta…
   Entro al recinto tras los niños, impecables, radiantes, puros… llevan el corazón lleno de gozo, van a encontrarse con su Señor… el coro canta “Gloria a Dios en las Alturas…”, los ecos de las voces llegan a mi alma. Te miro, María, con tu vestido celeste y blanco que atrapó los colores de mi bandera, como diciendo”Argentina, no temas, estás en mí” Te miro y me dices al alma…” ¿Querías saber cómo llegaron los pastores a Belén? Pues, así…” Y me tomas el corazón entre las manos y me llevas al pequeño recinto donde, dos días antes, nació el Salvador del mundo…Allí me quedo, ha amanecido, tu estás lavando los pañales, aún te mueves despacio, pues estás en pleno post-parto… te pregunto, entonces, por José…
   - Pues ha ido a Belén a registrarse, creo que demorará bastante, ayer también fue pero no pudo llegar, había demasiada gente y mucha confusión.
   - ¿Te ayudo en algo? Estás solita.
   - Solita no, Jesús está aquí, pero levántalo, si quieres, recién se ha despertado y debo darle de mamar… ¿le cambiarías sus pañales mientras termino?
   Me quedo muda… ¿Yo? ¿Cambiarle los pañales a Jesús? Mis manos tiemblan y creo que me va a estallar el corazón…
   - Vamos- dices sonriendo- tómalo, se supone que la primeriza soy yo.
   Muchísimas veces en mi vida he pensado en Jesús, hasta me imaginé hablando con él de muchos temas, mas nunca lo vi de esta manera, pero María tiene estos detalles.
  Tomo a mi Señor entre los brazos y me dirijo al tendedero, que José ha improvisado, por pañales limpios… camino como entre nubes… ese pequeño, tan igual a mis hijitos, ese pequeño a quien le debo todo lo que soy… ese pequeño necesita ahora de mí…. ¿Cuántas veces, mi Señor, has necesitado de mí y yo no te he escuchado?
   María sonríe al ver mi torpeza…
   - ¡Vaya! Realmente parece que nunca has cambiado un niño- y ríe como mil cascadas.
   - Es que… Señora… es Jesús…
   - Te entiendo, a mí también me costó al principio, temía equivocarme pero poco a poco fui aprendiendo, como todas las mamás.
   Terminamos juntas de ordenar el recinto y salimos a caminar. Al anochecer vuelve José del poblado.
   - Esposo mío, gracias a Dios has vuelto, estaba preocupada.
   - Todo está bien, aunque había mucha gente, y ya pensaba que no iba a poder registrarme, cuando un soldado me dijo que pasara, que me había visto también ayer y otras cosas, y me registró enseguida. Me sorprendió porque, cuando terminó me dijo”Vuelve pronto con tu esposa”…
    María me mira y nada dice… es noche de pastores…
    Mientras María termina de amamantar a su niño José le ayuda con la cena. En ese momento unos veinte hombres, jóvenes y viejos, se acercan al pesebre y saludan, José sale rápidamente a su encuentro y, con una mirada, le hace señas a María que fuese al otro extremo del recinto. María le obedece en silencio.
   - Shalom, amigo…- dice un anciano de aspecto agradable y piel curtida por el viento del desierto.
   - ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren aquí?
   - No temas, amigo-continúa el anciano- es que hemos visto la noche más resplandeciente que jamás haya existido, hemos percibido los más deliciosos perfumes y luego, luego esas voces… tan angelicales… todos las hemos oído, no puede haber sido un sueño…
   - ¿Voces? ¿De qué voces me hablas? ¿Cuándo ha sucedido esto?
   - Te hablo de las voces de los ángeles, hace dos noches, nos dijeron que ya había nacido “...un Salvador, que es el Mesías, el Señor”( Lc 2,11), que lo encontraríamos en un pesebre, bajo la estrella que brilla con fulgor. Nos ha tomado dos días llegar aquí.
   En ese momento María se acerca un poco a José y le pregunta:
   - Esposo mío, ¿Quiénes son ellos?
   - Ellos, ellos lo saben, María- dice el padre con los ojos húmedos.
   - Pues entonces que pasen y que vean por ellos mismos lo que les fue anunciado…
   Los pastores entran, no sé como, pero sigo yo escuchando el coro de mi parroquia cantando maravillosamente el “Gloria a Dios en las alturas”. El más anciano de todos se arrodilla frente a María y sólo murmura:
   - Señora… Señora mía…
   Entonces todos hacen lo mismo, María entrega el niño al anciano y éste le sostiene con ternura. Mira a sus compañeros y les dice…:
   - No viviré yo tanto tiempo como para verlo hombre… pero los más jóvenes lo verán… les pido no olviden esta noche…
   Entre los más pequeños hay un pastorcito cuya mirada no se aparta del niño, lo mira… extasiado…       Cuando los pastores están por retirarse el pequeño aún no se mueve, con los ojos fijos en Jesús, que ya está otra vez en brazos de su madre… su padre le dice entonces…
   - Pedro, vamos, debemos volver a Galilea…- y dirigiéndose a José le comenta:
   - Perdone usted a mi hijo, es que nosotros somos pescadores y hemos venido a visitar a nuestros parientes, cuando vimos el anuncio… Desde ese momento mi hijo está… como en otro mundo…
   Los hombres se retiran. María entonces se acerca a la entrada de la cueva y, mirando al cielo, susurra:
   - Oh, Señor ¡Qué admirable eres! ¿Qué significa la presencia de los pastores? No comprendo, Dios mío, pero estoy en tus manos… hágase en mí tu voluntad.
 
   Más tarde, María recuesta al niño junto a José, que ya está dormido, agotado por la intensa jornada, y se vuelve a mí… salimos fuera y comenzamos a caminar juntas… tu vestido vuelve a ser celeste y blanco y el paisaje se desdibuja… nos encontramos dentro de la parroquia… antes de la despedida me hablas al alma…:
   - Mi buena amiga, los pastores llegaron con un mensaje de luz, de paz, de alegría… al verlos podía pensar en un futuro lleno de maravillas para mi Jesús, el Salvador, el Mesías… pero allí también estaba Pedro, para que yo, años más tarde, entendiese que en el

camino de mi hijo habría también soledad, abandono, traición, … cruz….
   - Entonces, Señora mía, ¿Cuándo comenzó realmente la Pasión de Cristo?
   - Es una buena pregunta… busca la respuesta en tu corazón…y pregúntate también ¿Terminó realmente la Pasión de Cristo?... – Acaricias mi cabello y entras, te mezclas entre las gentes, besas a cada niño con ternura infinita… tu beso es como una brisa perfumada… Y vas a colocarte justo al lado del sacerdote, pues tu Hijo está por hacerse pan, pan para los niños, pan para el mundo, pan… sencillamente…


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    Me quedo pensando… ¡Cuántas coronas de espinas tejí para ti, Señor, cada vez que no te elegí! ¡Cuántas veces te hice más pesada la cruz, más cuesta arriba el camino, cada vez que no tuve el valor de cumplir tu palabra!. Perdóname Señor… perdóname y sonríe, sonríe con los niños que hoy van a recibirte, como los pastores, y cantemos, María, cantemos juntas… “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”…

Maria Susana Ratero
susanaratero@gmail.com
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón  por el amor que siento por Ella.”



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